Muy extensa y prolija, un vecino se tomó el trabajo de escribirla a mano y dejarla en nuestra redacción. Quedó la puerta abierta para que continúe escribiéndonos sobre sus recuerdos.
En tiempos de una tecnología que predomina en cada rincón, nos sorprendimos cuando días atrás llegó a nuestra redacción una carta. En la historia de este medio, creemos que ha sido el primer manuscrito (o uno de los primeros), frente a la gran cantidad de correos electrónicos y mensajes por las redes sociales que solemos recibir.
Redactado por Norberto Frigerio, contaba nada menos con que seis carillas, que desde luego, sería imposible transcribir aquí por su gran extensión. Sin embargo, valorizando el gesto que el vecino tuvo para con nosotros y el tiempo que se tomó para escribir, decidimos trasladar a esta sitio web la esencia del mensaje. Diremos pues que Norberto no aclara su edad, pero lectura mediante, se deduce que nació hace ya unos cuantos años en el límite entre Colegiales y Chacarita.
Con el objetivo de recordar «vecinos célebres» del barrio, dividió su nota en tres partes:
1)Los Longobuco: vivían en Céspedes 3685. Dos de sus hijos fueron backs (defensores centrales) del Club Atlético Colegiales -no confundir con el de la calle Teodoro García- en la década del ‘30. Uno de los hermanos, Tonio, fue titular en la Selección Argentina cuando el fútbol estaba dividido y la FIFA aún no reconocía a las entidades que recién habían fundado el profesionalismo. «Más asombroso es que este club haya perdido todo contacto con el barrio. Durante un tiempo mantuvieron una sede en Forest y Céspedes pero luego se perdieron en la nebulosa de Munro», dice Norberto, para luego hacer alusión a que algo similar pasó con Fénix y Atlas -que ocupaban terrenos de la antigua villa de Colegiales- y otros clubes más pequeños como «Adolfo» (homenaje al gran Pedernera) o «Barbarroja» que desaparecieron con el avance de la villa. También hizo mención a Chacarita Júniors: «El plantel estaba compuesto exclusivamentae por vecinos que defendían con uñas y dientes el honor de la patria chica. Y esto mismo pasaba en todos lados. No hacía falta estar en AFA para sudar la camiseta».
2) Los Aprigliano: en la vivienda contigua a la anterior «pululaban el matrimonio de Giovanni y Chiara Jaría y sus cuatro hijos. El fue un inmigrante reincidente y a pesar de la primera estadía exitosa en Buenos Aires, al volver a Italia lo sorprendió la guerra de Trípoli. Luego, la Primera Guerra Mundial la evitó volviendo a nuestro país».
Giovanni fue un famoso verdulero del viejo Mercado de Dorrego (hoy, de las Pulgas). «Fue el inventor del delivery, con carro y caballo, del mayorista al consumidor». Además, como padre de Asunción, era… el abuelo materno de Norberto. «Invirtió varias horas de descanso e hizo cierta fortuna que por suerte supo dilapidar», aseveró nuestro lector, agregando que vivían «como en el sigo XIX».
Según siguió narrando, su familia era «el típico ejemplo del tano o el gaita laburante con descendencia universitaria gracias, entre otras cosas, a la Ley 1420 (enseñanza laica, gratuita y obligatoria) a la Reforma Universitaria y a otras yerbas por el estilo, que tienden a desaparecer sin mucho pataleo».
3) Los Cairo: vivían en Céspedes 3690, frente a las dos anteriores. «El tipo era tallista en madera, que como oficio, se extinguió. Fue colega de mi viejo Juan B. y mi tío Pepe. Todas almas sensibles para el arte. Lo insólito es que Cairo, conocía a mi familia paterna (radicada en Almagro) desde la infancia. El mundo es un pañuelo», remató Norberto, asombrado por la coincidencia de que muchos años después las familia se reencontraran en Colegiales.
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