Bajé del 116 y ahora, en Montes de Oca y Brasil, espero el 168 que me llevará de regreso al barrio. Giro levemente la mirada a mi izquierda, adonde se encuentra la enorme entrada al hospital pediátrico Pedro de Elizalde, más coocido como Casa Cuna. En las escalinatas, se ve un grupito conformado por menores y adultos. Entre los primeros hay dos que portan insignias futboleras. Uno, con la camiseta de Boca Júniors; junto a él, otro tiene la camiseta y el short de San Telmo.
Ya estoy arriba del 168. Logré sentarme en uno de los asientos individuales. El colectivo hizo unas cuadras y en este momento está detenido en Plaza Constitución, sobre Juan de Garay. Suben los pasajeros. Miro por la ventanilla, en dirección a la cabecera del Ferrocarril Roca. Por Garay vienen cruzando cuatro jóvenes (hay al menos una chica), todos, con camisetas de San Lorenzo. Tiene su lógica: para dentro de unas horas (19:30) , está programado el partido entre el Ciclón y Barracas Central, en el Nuevo Gasómetro.
La salida del colectivo se demora más de lo normal. Pronto, se conoce el motivo. Se rompió el aire acondicionado y aunque el calor no es sofocante, parece que el reglamento no le permite al chofer continuar. Pese a la cuota de fastidio, no queda más alternativa que bajar y subir al coche de atrás, que está lleno. Aquí debo viajar parado. Desde mi posición, diviso -sentado en uno de los asientos del fondo- a un chico de unos 15 años, que lleva puesto un gorro negro con visera, y el escudo de River Plate.
El 168 arranca y segundos más toma Sáenz Peña. Cuando está próximo a su intersección con la Avenida Belgrano, desde una vivienda sale un hombre con una remara atípica. En su pecho tiene las siglas CCCP. Se trata de una camiseta retro de la desaparecida Unión Soviética. Sólo unos días más tarde, me toparía con otra casaca retro y, sorprendentemente, también de una nación que ha dejado de existir.
Lunes 28 de octubre. Camino por Palpa, desde Freire hacia Conde. A media cuadra hay un supermercado “chino”. Ingresan tres muchachos. Al del medio, sin identificación futbolística, lo escoltan otros dos indentificados con una misma institución: Excursionistas. Veo sus espaldas. El de la derecha, tiene la camiseta suplente acual -de color azul- con el número 6. El de la derecha, una musculosa flúo de entrenamiento y pantalones cortos blancos.
Martes 29 de octubre. En horas del mediodía, debo hacer un breve trámite en el Centro de Jubilados de Lacroze y las vías del Mitre. A unos metros de la puerta, del lado de adentro, encuentro a un hombre -probablemente tenga entre 70 y 80 años-, sentado en una silla (es el horario en que un grupo de jubilado se reúne a almorzar). En su cabeza lleva un gorrito de color negro, con el escudo de Racing.
Otra vez en el 168, rumbo a Colegiales. El colectivo va por Gascón y dobla en Córdoba. Justo en esa esquina, parado junto a un adulto, hay un niño con la camiseta del Barcelona, dividida en mitades azul y grana.
Rato más tarde, ya en el barrio, desando la vereda impar de Conde. A la altura del 800, un hombre de unos 40 años porta una bolsa con artículos comestibles (asoman unas bananas) en su mano izquierda. Viene desde Teodoro García, con un pantalocito azul de Independiente. Esto me conduce a hacer memoria… Y sí, en el transcurso de pocos días, ya me he cruzado con representantes de los denominados “cinco grandes del fútbol argentino”.
Continuará…
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