EL DESCANSO QUE NECESITAMOS
El hijo del vecino (*) tenía un problema que no lograba resolver. Pensaba día y noche en ello. El tema le daba vueltas en la cabeza y no hallaba la solución. Le costaba dormirse y a veces, hasta soñaba con ese asunto que tanto le preocupaba. En cierto momento, lo asaltó la sensación de que mientras más pensaba, más se le complicaba encontrar una salida.
Muchas veces, a lo mejor sin darnos cuenta, nos empeñamos en querer controlar todo. Pensamos que si no pasa todo por nosotros, los problemas no se solucionan. Esto nos cansa, nos estresa, y a menudo sucede que aún habiéndonos esforzado mucho, seguimos metidos en un callejón sin salida. Pero hay cosas que escapan a nuestro alcance y contra las que la limitada fuerza que tenemos, no puede luchar. A veces, ni siquiera nosotros mismos somos capaces de entender lo que ocurre, ni a nuestro alrededor, ni en el interior de nuestra mente. El Señor, en cambio, sí lo sabe. Él ve todo lo que pasa y conoce a cada persona que nos rodea. Por eso, nos invita a confiar más en Su poder. A descansar en Él. A dejar en Sus manos los asuntos que a nosotros nos cuesta resolver. Dios nos ama y desea ayudarnos, como ese padre que anhela socorrer a su pequeño hijo cuando este tropieza.
Por eso, busquemos Su presencia en oración. Pidámosle ayuda en todo momento. Y no nos desesperemos si el auxilio no llega en el instante que pretendemos. Porque Él, mejor que nadie, sabe cuándo debe darnos la respuesta que necesitamos.
Un sustento bíblico:
En paz me acuesto y me duermo, porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado. Salmo 4:8.
COMER Y RESPIRAR
El hijo del vecino (*) tenía un amigo al que cada tanto, visitaba a la hora de cenar. Cada vez que se sentaban a comer, su amigo tenía por costumbre, realizar una breve oración, en agradecimiento por los alimentos. El hijo del vecino hacía un respetuoso silencio, aunque le parecía una pérdida de tiempo poner en práctica la tradición que tenían en aquella casa.
Hay una costumbre muy marcada entre los creyentes, de agradecer por la comida antes de comenzar con el almuerzo, la cena, etc. Este comportamiento puede parecer extraño ante la mirada de alguien que no cree en Dios, pero está relacionada con entender que el Señor es el creador y dueño de todo cuanto hay en el Universo, empezando por el aire que respiramos y, en consecuencia, también de los alimentos que ingerimos. Si cada día tenemos la dicha de seguir respirando, de comer, de trabajar, de estudiar, o de compartir la vida con nuestros seres queridos, es porque Él es el que primero nos da esta hermosa posibilidad, si bien, obviamente, nosotros también a la par desarrollamos la parte que nos toca para satisfacer nuestras necesidades.
Como fundamento del amor que tiene por Sus hijos, Dios nos brinda todo lo que necesitamos para vivir una vida en abundancia. Lo espiritual y lo material. Seamos humildes como para reconocer que sin Él nada somos y nada de lo que hay a nuestro alrededor existiría. Ni siquiera, el plato que tendremos enfrente la próxima vez que nos sentemos a comer. Agradezcámosle los alimentos y cada cosa de nuestra vida. No con una oración repetida como un robot, sino tratando de comprender que hay un Padre que nos da todo y que quiere que no nos olvidemos de Él.
Un sustento bíblico:
En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios. 1 Corintios 10:31.
(*) En Colegiales o en cualquier rincón del mundo… El “hijo del vecino” podrías ser vos, yo, o cualquier hijo de vecino.
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