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Vení, tengo algo para vos…

-Vení, tengo algo para vos…

Palabras más, palabras menos, ésta fue la frase utilizada por le historiador Roberto Banchs cuando una tarde, muy poco antes del inicio de la cuarentena, nos cruzamos en la calle Céspedes, muy cerca del límite entre Colegiales y Chacarita. Sorprendido, lo miré. No llegué a reaccionar. De inmediato, hizo un giro sobre sí mismo, y abrió la puerta de una vivienda. Claro, era su propia casa. En cuestión de segundos, ingresó y volvió a salir, portando una pesada bolsa negra, que procedió a entregarme.

No hizo falta que le preguntara nada. Enseguida me explicó que la bolsa estaba compuesta por gran cantidad de recortes de diarios y revistas, fotos, papeles… Un riquísimo material de la historia del barrio, que en su momento había seleccionado y guardado, a la espera del encuentro que le permitiera dármelo en mano. Con una mezcla de estupor y agradecimiento, accedí muy gustoso al obsequio, no sin antes cerciorarme, a riesgo de parecer desubicado, que se trataba de eso y no de un préstamo, a lo cual, Roberto me respondió que efectivamente, era un regalo.

La “reunión”, no duró más de tres minutos, pues ambos teníamos cierto apuro y cada uno siguió por rumbos diferentes. Una vez que nos despedimos, y pude reflexionar sobre la situación, me llamó la atención de que fuera la casualidad la causante de que el material pasara de las manos de Roberto a las mías. Sobre todo, porque los dos teníamos nuestros respectivos teléfonos.

Sin embargo, la intriga no empañó la satisfacción que me embargaba por haber recibido semejantes archivos, satisfacción que, quizás, solamente podría comprender una “raza” muy puntual de individuos. Porque, ¿a qué persona “normal” le haría gracia que, caminando por la calle, un vecino le entregara un bulto de papeles más propenso a ser arrojado a la basura, que a seguir ocupando valioso espacio en un mueble de su hogar?

Por supuesto, apenas dispuse de tiempo, desembolsé el papelerío, dispuesto a regodearme con todo lo que pudiera hallar en esa auténtica caja de sorpresas. Y, efectivamente, cómo me había adelantado el prolífico historiador, el paquete contenía una importante cantidad de material relacionado al pasado de Colegiales, Chacarita y hasta de la Ciudad de Buenos Aires entera. Un material para atesorar, analizar y utilizar de la forma más pertinente posible.

Desde aquella tarde no volvimos a cruzarnos con Banchs personalmente. El comienzo del aislamiento, casi seguro, haya ejercido su influencia. Y cuando entablamos contacto por la vía virtual, como tanta gente se vio obligada a hacer desde que se originó la cuarentena, ninguno de los dos hizo alusión a aquel regalo de fines del verano.  Por eso, cuando leas éstas líneas, Roberto, tendré la oportunidad de agradecerte nuevamente el hecho de que te hayas acordado de este medio barrial para que se convirtiera en el nuevo destino de la riquísima documentación que a lo largo de tantos años, y con tanto apasionamiento, te encargaste de recopilar.

Pablo Wildau

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