Nació en 1928 como distribuidora de leche en carros, fue un bar lácteo y por último, se convirtió en la afamada heladería.
«Los invitamos a disfrutar nuestra tradición… el mejor helado artesanal», asegura Cabaña Tuyú desde su sitio web. Allí mismo, hay un logo que indica que la marca nació en 1928. Sin embargo, si bien es la misma firma, no se trataba del Cabaña Tuyú que conocemos hoy en día, ya que originalmente, sus dueños estaban abocados a distribuir leche en carros, aquel legendario oficio que fue desapareciendo de las calles a medida que proliferaban los almacenes.
Pero cuando eso aconteció, Cabaña no dejó de existir sino que se reconvirtió. Primero, pasó a ser un bar lácteo. Y más adelante se transformó en la afamada heladería actual.
En su época de bar lácteo, más de cinco décadas atrás, la marca fue adquirida por la familia García, que es la que hoy la sigue manejando. Primero, lo hizo a través de Ricardo -ya fallecido-. Hace algunos años, su hijo Carlos -que tiene 50 años y trabaja en la heladería desde los 16- tomó la posta y es quien se encarga de supervisar las dos sucursales. Una está en Alvarez Thomas y Blanco Encalada. La restante, se encuentra en nuestro barrio, en Elcano y Superí, donde el teléfono suena de manera constante durante las cálidas noches de una nueva temporada veraniega.
Entre pedido y pedido, entablamos conversación con Carlos, quien cuenta que la sucursal en la que nos hallamos, hace más de veinte años llegó a Colegiales. A partir de entonces, comenzó a solidificar la relación con la clientela basándose en una fórmula simple: «El secreto es que no escatimamos en calidad de materias primas. Y tampoco en cantidad: crema, almendras… En todo tratamos de ser generosos. Hay heladerías que hacen promociones, pero después te lo cobran por otro lado, nadie te regala nada».
El teléfono sigue sonando y es preciso hacer otra pausa. En el mostrador, la gente también se acumula. Apenas tiene otro minuto libre, consultamos a Carlos acerca de la competencia que ha proliferado en el barrio. «Sobre todo sobre la avenida Elcano, abrieron unas cuantas heladerías en los últimos años. Pero nosotros estamos tranquilos, la verdad que no nos ha afectado porque logramos asentarnos. Algunas son franquicias y existe esa rotación de que abren y cierran locales con bastante frecuencia», indica.
Si bien afirma que en las heladerías vecinas no encuentra un obstáculo, reconoce que hubo otros factores que el año pasado provocaron cierta disminución en el caudal de trabajo: «La situación del país, tan inestable, no ayudó. Además en 2016 el tiempo no acompañó. Hizo mucho frío, llovió… Es por eso que el delivery fue más intenso que la venta en el local. Esperemos que en enero y febrero cambie un poco la mano…», desliza. Mientras se efectúa la nota, al menos, el sonido constante del teléfono, permite deducir de que será una buena noche para Cabaña Tuyú.
Cerca de la una de la mañana, en el local se van preparando para el cierre. Al igual que cada jornada, la apertura, tuvo lugar a las 12 del mediodía: «Elegimos abrir a esa hora y no más temprano. No se justificaría. Hay gente que pregunta por qué no agregamos desayuno o no hacemos más hincapié en la cafetería. La respuesta es que si bien ofrecemos este servicio como un complemento, nuestro punto fuerte está en los helados. Preferimos concentrar todas las energías en la especialidad tradicional. En el barrio abrieron muchísimos cafés y confiterías. Entendemos que corrernos del eje histórico de Cabaña para tratar de competir en rubros diferentes no sería beneficioso».
Carlos comenta que aunque hay un tercer local con dicha denominación en José Hernández y Cabildo, dicho negocio pertenece a otro propietario. Por último, no podía faltar la pregunta relacionada al nombre de fantasía: «En guaraní, tuyú significa barro. O sea, cabaña de barro. Es el nombre que le pusieron cuando la fundaron. La marca ya había conseguido un prestigio en Belgrano y mi papá la recibió así…»
La avenida disminuye su ritmo cotidiano. El rugido de colectivos y motos se vuelve menos frecuente; las luces de los comercios se apagan. En Cabaña, el teléfono -con excepción de algún rezagado- deja de sonar y los últimos clientes culminan con su ceremonia de sobremesa. El reportaje también se acaba. Nos despedimos de Carlos y su gente, que tan amablemente nos atendieron. Ya desde la vereda, somos testigos de cómo un nuevo día llega a su fin.
Deja un comentario
Debes estar logeado para dejar un comentario