Gente de Cole

«Si no arriesgás, nunca vas a llegar a nada»

Luis, de Ferretería Conesa, confiesa que nunca había imaginado tener este negocio. Y que todo se dio por esas «casualidades de la vida».

Dos años cumplió en noviembre la Ferretería Conesa. Ubicada en la calle que le da nombre y su intersección con Federico Lacroze, está al mando de Luis y su esposa, aunque él se encarga de aclarar «yo no soy ferretero, la que maneja todo acá es ella». Es que Luis es plomero y gasista matriculado y se encarga de realizar los trabajos afuera, en tanto el negocio es atendido su mujer durante la mayor parte del día.
Asegura Luis que el hecho de tener un local a la calle se dio «por casualidades de la vida. Yo pasé dos veces por acá, antes de tenerlo. Había un muchacho que primero, estaba por abrir. La segunda vez, estaba por vender la mercadería porque esto iba a ser para la mujer y al final se echó para atrás.  Le dije que se la compraba y me contestó que ya tenía un interesado. Igual le dejé mi teléfono, diciéndole que le igualaba la oferta. Al rato me llamó y arreglamos. También, con mucho esfuerzo, adquirimos el fondo de comercio».

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Nacido en Eldorado, Misiones, llegó a Buenos Aires hace 23 años. «Fue después de la colimba. En mi pueblo ya no había nada para hacer. Acá sí, hice de todo. Lo primero,  fue en el mercado chino. También estuve como guarda en el subte, laburé de albañil… Hasta que vi que la gente, más que albañiles, precisaba gasistas y plomeros. Me di cuenta que ellos ganaban más Entonces, ya que nunca pude estudiar en un secundario, me puse a hacer cursos. Y así arranqué».
Lo consultamos por el momento laboral y -con gesto adusto- afirma: «La cosa ahí anda, estable… Ni bien ni mal. Da para vivir». Pero es evidente que a pesar del panorama incierto, no se deja dominar por la preocupación. «Nunca imaginé que tendría un negocio alguna vez. Pero no estoy arrepentido. Esto se dio por apostar a algo. Si no arriesgás, nunca vas a llegar a nada», define.
Luis deposita en su esposa toda su confianza a la hora de llevar a adelante la ferretería: «Ella es la que hace todo acá. Y eso que no sabía nada de nada. Tuvo que aprender todo desde cero. Ahora se hasta se ocupa de las compras, maneja el sistema en la PC, todo… En estos dos años aprendió muchísimo», la elogia.
Además hay una tercera integrante del clan familiar: su pequeña hija, que en determinados horarios corretea por las instalaciones como si fuera el patio de su casa. «Juana va al jardín, este año empezó en el Patronato Español. A veces mi señora la trae. Tenés que estar con ella una hora acá para ver el lío que hace», se sonríe Luis, que más allá de lo laboral, también es vecino de Colegiales. «Estamos alquilando acá nomás, a una cuadra. Antes yo vivía en Flores y mi señora, en Coghlan. Nos mudamos en 2011. Este es el barrio más lindo de Buenos Aires. Si pudiera, me compraría una casa acá».
Nuevamente refiriéndose a la ferretería, ante la pregunta de si tiene noción de cuántos artículos hay en el negocio, es terminante: «Nooo… Es muy difícil saber eso. Una vez tratamos de hacer un balance y se nos mezcló todo. Vamos a ver si en las vacaciones podemos hacerlo bien».
A tres cuadras de distancia, sobre Lacroze, la Ferretería Moro, empresa de gran trayectoria en el barrio, se erige como un polo muy frecuentado por los vecinos. La consulta hacia Luis, por lo tanto, va hacia esa dirección. «No lo veo como una competencia -aclara rápidamente-. Nada que ver. Con todo lo que tiene, a Moro nosotros no podemos hacerle ni cosquillas…».
Son las 8 de la noche. Luis queda exclusivamente a cargo de los preparativos para el cierre. Como consecuencia de la entrevista, el trámite se demora unos minutos y aprovechando la ocasión, los clientes continúan ingresando. Por supuesto, son atendidos con suma amabilidad. Finalmente, no queda nadie. Se apaga la luz y se baja la persiana. Otra jornada ha culminado en Ferretería Conesa.

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