Quisiera preguntarte ¿Cuál fue la primera actitud, el primer pensamiento, el primer sentimiento que afloró esta mañana cuando te despertaste? Fijate, no te estoy preguntando por un día del año pasado…solo por unas horas atrás. ¿Te acordás? No siempre registramos o incorporamos a nuestra memoria esos primeros instantes del día. Hay quienes se despiertan sin necesidad de un despertador, otros necesitan de varios llamados para poder incorporarse lúcidos para empezar una nueva jornada. Algunos tienen como primer pensamiento una especie de registro de todo lo que habrán de hacer durante el día. Otros tienen la sensación como de fastidio, la vivencia como que cuesta levantarse, independientemente de las horas que se estuvo durmiendo, para enfrentar las cosas del nuevo día y otros ni siquiera se pueden poner de pie. Casi podríamos decir que cada uno tiene su modo de despertarse.
Los primeros momentos del día revelan algo de lo que nosotros somos, de lo que nos está pasando, de lo que nos sucedió durante la noche. ¿Pensamos, al iniciar la jornada, que el día es un regalo de Dios? O tendemos a ver la vida como una especie de continuidad, como una sucesión de días y de noches, de actividades, de encuentros al ritmo de nuestras rutinas.
Cuando éramos chicos uno de los días que más esperábamos, junto con nuestro cumpleaños, era el 6 de Enero. Había un regalo al comienzo del día. Era una fecha en el que estábamos esperando ese regalo, un día del regalo porque no solo recibíamos los obsequios que nuestros padres u otros seres queridos habían separado para nosotros, sino que también disfrutábamos de lo que habíamos recibido.
Nosotros, a ese milagro de Dios que se recibe día a día solemos incluirlo dentro de las cosas normales o “naturales”. Pero recién cuando podemos descubrir el milagro de la vida, las dádivas de Dios en medio de nuestra cotidianeidad, aparece ese sentimiento tan importante en nuestra espiritualidad que es la gratitud. El camino hacia la plenitud necesita de la convicción de que todo es gratuito, que todo es regalo.
Una de las cosas que aprendemos siendo niños es a decir “gracias”. Las “gracias” es una de las “bolillas” del curso de educación que nos dan nuestros padres y mayores: “¿Qué se dice?”, pregunta la mamá o el papá cuando el niño o la niña han recibido algún regalito o gesto de sus mayores. El niño, generalmente, casi mecánicamente, dice “gracias”. Pero la realidad es que los padres no nos damos cuenta que la mejor manera que tienen los chicos de dar gracias es ese estado de excitación que sienten cuando empiezan a abrir un paquete con el regalito que pueden contemplar y comenzar a disfrutar de él como una cosa novedosa que se presenta a su disposición para ser aprovechado y gozado.
Hoy recibiste un regalo. Cuando nosotros sentimos ese regalo de Dios viene como una sensación de alegría, de sorpresa, esa que nos provocan las cosas nuevas o las cosas que se hacen como nuevas dentro de nuestra cotidianeidad. Y esto hace que valoremos el tiempo, aun el de descanso.
El mes pasado decíamos, al principio del año, “Feliz año nuevo”. Pero el año será feliz en la medida que vivamos cada día con ese sentimiento de gratitud y de regalo que viene de Alguien que nos ama y promete estar siempre con nosotros. También de aquellos que nos quieren y hacen que nuestra vida sea más feliz. Cuando vivimos con ese espíritu de gratitud podemos admirar las cosas de una manera diferente. Es necesario sacar esa insensibilidad y ceguera que no nos deja ver cada día como una oportunidad, como un don, un regalo que el Señor quiere darnos para nuestro bien.
Y esto que te digo no es, simplemente, pensamiento positivo, esto es el corazón del Evangelio porque es el Evangelio del corazón. La fe que sana, la que va operando en nuestra vida haciéndonos diariamente nuevas criaturas, esa fe comienza con la gratitud. Cuando nosotros vivimos pendientes de lo que nos falta, de nuestros problemas, cuando vivimos tan ansiosos y estresados sobredimensionando nuestras carencias, la gratitud queda postergada.
El Señor nos llama para que podamos descubrir, en los hechos cotidianos, las huellas de Su paso por nuestra vida. ¿Estamos nosotros en la línea de la fe que vive de la gratitud a Dios y que puede encontrar en cada día un motivo para dar gracias? ¿nos estamos sanando interiormente al ritmo de esa gratitud que abre nuestros ojos a lo nuevo que Dios quiere darnos?
(*) Pastor de la Iglesia El Buen Pastor, de Federico Lacroze esq. Zapiola. Este es su sitio web:
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