Historias cortas y con aroma a barrio.
ATAQUE DE LLANTO
Noelia llora sin parar. Nada la tranquiliza. Intentan darle la leche y la rechaza. Le hacen “upa” pero no sirve. Sus padres están desesperados. Son primerizos y Noe tiene apenas unas semanas de vida. “Muchas veces los bebés lloran porque sí, no hay ningún motivo para que lloren. No les pasa nada en especial. Lo hacen y punto”. ¿Cuántas veces Horacio y Solange habrán escuchado opiniones como estas, de parte de gente más experimentada en este arte de ser papás? Sin embargo, una cosa es la teoría, y otra, bien diferente, es vivirlo en carne propia.
Corren los minutos y da la impresión de que los gritos son cada vez más fuertes. Posiblemente tenga gases. Pero quién sabe… Horacio está con los nervios de punta. De la impotencia que le produce no poder modificar la situación, ya le ha dado más de un puñetazo a una pared. Solange no está tan desbordada, pero se hace malasangre por partida doble: al llanto de la nena también hay que sumarle el descontrol emocional del papá.
Las agujas del reloj avanzan… ¿Qué hora será? Seguramente, muy cerca de la medianoche. Afuera, en la calle, hay silencio. Por el horario y porque corre el mes de enero, lo que significa que debido a las vacaciones, hay menos gente en el barrio.
Entretanto, Noe sigue con su ataque de llanto. ¿Qué pensarán los vecinos del edificio? ¿Podrán dormir con estos gritos? De pronto, Horacio tiene una idea: “Me la llevo a dar una vuelta”, le dice a Solange, en medio del caos. Tiene la intención de sacarla a pasear en el cochecito, a pesar de lo inusual de la hora. Ella no está convencida, pero tampoco cuenta con un plan B, y acepta.
En unos segundos, la beba está arriba de su carrito, con destino a la vereda de la calle Zapiola. Es increíble, pero apenas traspusieron la puerta de casa, su carita llena de sufrimiento comenzó a cambiar. Las lágrimas le dieron lugar a la sorpresa que le causó contemplar un panorama diferente… Y ahora que las ruedas empiezan a rodar por las calles del barrio, parece que Noe está contenta, disfrutando del paseo nocturno, luego de sacarse de encima la pesada atmósfera del encierro.
Horacio también va serenándose a medida que con su hija recorre la geografía de Colegiales. Las transversales van quedando atrás. Zabala y unos cuantos virreyes: Loreto, Arrendondo, Olaguer y Feliú, Avilés. En proximidades de Elcano, dan la vuelta.
Del ataque de llanto ya no hay rastros. Las calles están en silencio y prácticamente despobladas. Por eso, Horacio puede ver como a lo lejos, se agranda poco a poco la silueta de alguien que camina hacia ellos. Enseguida, se da cuenta de que es Solange, que se había quedado en el hogar. Preocupada por la situación, salió a buscarlos. Y en el encuentro familiar, supo que ya todo estaba bien. Unos minutos y estarán de nuevo en casa, preparándose para ir a dormir plácidamente.
(*) Las historias son verdades. Los nombres, para preservación de los mismos, no siempre corresponden a sus protagonistas.
Foto: Zapiola y Virrey Avilés.
Deja un comentario
Debes estar logeado para dejar un comentario