Jorge Newbery 3289, Jorge Newbery entre Enrique Martínez y Conde. En esta dirección, vivió Paloma Efron, más conocida, simplemente, como Blackie (“negrita”). Mucho antes de que Colegiales acogiera a un nutrido grupo de empresas dedicadas a la producción de los medios audiovisuales, y, por ende, a actores, periodistas y miembros del mundo artístico en general, una niña y su familia, elegían el barrio para fijar su residencia.
Cantante, periodista y conductora de televisión, había nacido en la Colonia Lucienville, Basavilbaso, un poblado de la provincia de Entre Ríos que acogió a grandes cantidades de inmigrantes judíos, en 1912. A la edad de cinco años, con su familia se trasladó a la ciudad de Buenos Aires, siendo a partir de ese entonces, cuando habitó en nuestro barrio. En su libro “Para una historia de los barrios de Chacarita y Colegiales”, el arquitecto Jorge Boullosa, describió más detalles al respecto: “Eran una de las familias radicadas allí (en Basavilbaso) según el plan de colonización del Barón de Hirsch. En esa época (década del ’20) Blackie era una niña y todavía no había comenzado su carrera en el mundo del espectáculo, habiéndose destacado luego como Lady Corner, cantante de Jazz y luego como conductora y productora de programas de radio y televisión”.
Por su parte, Hinde Pomeraniec, autora de “Blackie, la dama que hizo hablar al país” (Capital Intelectual), escribió acerca de Paloma: “Su padre fue Yedidio Efron, maestro de profesión e inspector de las escuelas judías en la Argentina, para muchos una suerte de Sarmiento de la colectividad. Su madre, Sara Steimberg, provenía de una familia famosa por albergar la primera biblioteca de la zona. Libros en su casa no faltaron”.
Murió el 3 de septiembre de 1977, a los 64 años, después de una operación de urgencia por unas úlceras gástricas. En su homenaje, el 6 de diciembre, la fecha en la que nació, es el día del productor de televisión y radio en la Argentina. A propósito de su fallecimiento, Hinde Pomeraniec relató: “Parecía una anciana pero apenas tenía 64 años. Fue su elección dejar de tener edad o, más bien, pasar a tener todos los años del mundo. Se burlaba de sí misma diciendo que tenía los años de Matusalén: es curioso, Blackie debe ser la única mujer de ese ambiente que uno recuerde que buscaba sumarse años en lugar de restarlos. Lo mismo con su belleza, siempre bromeaba con su supuesta fealdad. ¿Qué había detrás de esa búsqueda? ¿De qué huía, qué quería mostrarles a los demás? Aunque las nuevas generaciones saben poco de su historia, su rostro es uno de los que puede verse desde 2009 en las paredes del Salón de la Mujer de la Casa Rosada, donde comparte cartel con Juana Azurduy, Tita Merello, Eva Perón y Alicia Moreau de Justo, entre otras grandes de la historia, la política y el espectáculo. La falta de archivos y registros históricos le jugaron sucio y dejaron su imagen en tinieblas. Una vuelta de tuerca irónica para una voz clave de la radio y un rostro fundacional de la televisión argentina”.
En septiembre de 2012 hubiera cumplido cien años, por lo que más de un medio periodístico se dedicó a recordarla: “Dueña de un lenguaje exquisito, marcaba territorio sin dejar a nadie afuera. Invitaba a nivelar para arriba, como si llevara a su interlocutor -y al espectador u oyente- de la mano, sin soltársela jamás. Tenía la sabiduría de los inteligentes que no necesitan recurrir a la soberbia”, publicó el diario Clarín.
Pero no sólo en esa fecha significativa fue recordada. Un año antes, en 2011, La Nación también la recordó mediante una larga nota, de la cual éste es un párrafo sobre sus comienzos en el jazz y su viaje a Estados Unidos: “Su padre, resignado a que su hija se dedicara al espectáculo, le puso la condición de que no fuese ‘una impostora’, de que buscase en la cuna del jazz el sentido de la música que interpretaba. Blackie viajó a Estados Unidos. Pasó cuatro años en Columbia, donde vivía su hermano antropólogo. Allí asistió a cursos de música y adquirió un dominio completo del inglés, que iba a servirle mucho como periodista. Al volver, fue contratada para actuar en el Teatro Maipú y se casó muy pronto con un admirador: Carlos Olivari, escritor y guionista de cine”. De Olivari, se separaría diez años más tarde.
También intervino en películas: ¿Qué es el otoño? (1977); Viaje de una noche de verano (1965); Corrientes… calle de ensueños! (1949); Cristina (1946). Y hasta fue homenajeada a través del documental “Blackie, una vida en blanco y negro”, de Alberto Ponce (2012).
Blackie, a una edad no precisada, se mudó de Colegiales. Sin embargo, el arquitecto Jorge Boullosa no perdió el rastro de lo que iba aconteciendo en la vivienda donde habitó, y hasta brindó datos ligados a la muerte de uno de sus posteriores ocupantes. En su obra literaria, puntualizó: “La familia Efron le alquilaba la casa a un vecino del barrio, Sr. Gerviño, y cuando murió éste su familia fue a vivir en esa casa en la que vivió Blackie. Todos los miembros de la familia fueron muriendo con el transcurso de los años y sólo quedó allí un hijo del dueño original llamado Miguel, al que llamábamos en el barrio Miguelito cariñosamente, y con cierto espíritu crítico, ‘El lleno de Oro’, porque se dedicaba a la joyería y relojería (elaboraba pulseras, anillos, etc) y porque le gustaba ‘amarrocar’ (tenía varias propiedades heredadas de sus padres). Murió soltero (más de una vez me manifestó su arrepentimiento por no haberse casado)…”
Según el relato que Boullosa publicó en 2008, a Miguelito lo mataron en el zaguán de su casa, “nunca supimos por qué ni para qué, pues el asesinato ocurrido hace un par de años quedó hasta ahora impune y al parecer así permanecerá”.
En 1997, le colocaron su nombre a una plazoleta porteña. Ésta se encuentra sobre la Avenida 9 de Julio, a pocos metros de la Avenida Corrientes.
Con respecto a la vivienda que habitó en su infancia, desde hace un tiempo viven allí Pablo Echarri y Nancy Dupláa, casualmente, otras dos personalidades muy emparentadas con el mundo del espectáculo.
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