En la noche del 9 de noviembre de 1938, se vivió en Alemania y Austria, el evento conocido como La Noche de los Cristales Rotos, donde se quemaron sinagogas, se destruyeron casas y se atentó contra negocios de los cuales los judíos eran propietarios. Cerca de un centenar de ellos fue asesinado. Pero este trágico suceso fue sólo el comienzo de la más cruenta persecución llevada a cabo por el régimen nazi. Los problemas para los judíos que habían permanecido en esta región, lamentablemente, estaban recién comenzando. La deportación a los campos de concentración y la matanza sufrida en estos tristemente célebres sitios de detención, tortura y muerte, sería el paso siguiente.
El día de los macabros acontecimientos en Europa, un grupo de Wildau’s ya había llegado a territorio argentino. Ese mismo año, aunque poco antes del noviembre trágico, dos familias con un mismo apellido desembarcaban en estas costas, poniéndose a salvo de la masacre. Se establecieron en diferentes sitios, pero con el denominador común de la colonia agrícola fundada por la entidad de nombre Jewish Colonization Association (J.C.A.).
A Moisés Ville, Santa Fe, emigraron Leopold Wildau y su esposa Marta Simon, junto a sus tres hijos varones: Helmuth, Rudi y Werner. Ninguno tenía más de veinte años. A Avigdor, Entre Ríos, lo hicieron Oskar Wildau (hermano mayor de Leopold) y su esposa Mathilde Schonau. También eran padres de tres varones, pero todos mayores de veinte años: Walther, Herbert y Heinz.
Ambas poblaciones se diferenciaban, entre otros aspectos, por su antigüedad. Mientras Moisés Ville había sido fundado en la etapa 1889/1891, Avigdor, creada en 1936, era la última de las colonias impulsadas por la JCA. La idea de la acción colonizadora tuvo como principal impulsor al Barón Maurice de Hirsch, un filántropo judeo-alemán (1831-1896) por cuya iniciativa, la JCA levantó en la Argentina más de una decena de colonias, con la finalidad de colaborar con los judíos que, incluso mucho antes del arribo al poder de Hitler, ya tenían serios problemas en diferentes países del Viejo Continente.
Como último eslabón de esta cadena, Avigdor, específicamente, nació para brindarle albergue a los que padeciendo la hostilidad de los nazis, buscaban salir de una Alemania que no tardaría en aplicar sus intentos por aniquilar al pueblo judío. La discriminación impuesta por las leyes del nazismo, luego de La Noche de los Cristales Rotos, se transformaría en sistematizados ataques del gobierno hitlerista, cuya meta era el exterminio de los judíos y demás minorías a las que el régimen consideraba incompatibles con sus planes hegemónicos.
Por su parte, en la Argentina, sucesivos gobiernos vieron con buenos ojos el arribo de los inmigrantes judíos, con el propósito de que trabajaran en los campos del Interior. A partir de 1854 hubo varias oleadas inmigratorias. La que impulsó la JCA desde 1889 fue la segunda y la más numerosa. En 1920 llegó otra oleada, tras la Primera Guerra Mundial.
En 1930, se inició la etapa que trajo a otro numeroso grupo de refugiados. Claro que el panorama se complicó con la inminencia de la Segunda Guerra Mundial. Las facilidades inmigratorias se redujeron notablemente, en un contexto en el cual la Argentina vivía un encendido debate interno por la neutralidad que mantuvo a lo largo de casi todo el conflicto bélico. En ese marco de efervescencia nacional, la decisión del gobierno de turno (entre 1938 y 1942, el radical Roberto Marcelino Ortiz ejerció la presidencia) fue la de cerrar las fronteras para los refugiados que llegaban a Buenos Aires, huyendo de Europa.
Los Wildau’s bajaron a tiempo en suelo argentino. Otros, en cambio, no pudieron. El barco que traía a mis abuelos maternos, por ejemplo, ancló en el puerto porteño pero una orden impidió que los pasajeros descendieran. Continuaron el viaje hasta Paraguay y durante unos años vivieron en una zona rural del país vecino. En 1942, finalmente, lograron radicarse en Buenos Aires.
Pablo Wildau
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