Porque siento…
Porque siento que tengo miedo, porque no escucho tu voz clara, porque las cosas simples son dificiles, porque no te escucho y te busco, hijo. Pasan las horas y tengo miedo por ti, por mí, por todos, vuelvo la vista atrás y recorro el trayecto de mis días olvidados, guardados en algún rincón de mi mente, y surge la visión borrosa de todos mis momentos, de todo lo que viví.
Despechada, con una pena que duele como una daga hundida en lo mas profundo del corazón, quisiera ser bailarina, o Simbad el Marino para recorrer el mundo, vivir la vida a mi manera, volar como el loco de Piazzola y volver a empezar…
Mundo cruel, hostil y agresivo, que clavas el puñal en el pecho del débil y oprimido, sin sentido, sin razón, sin justicia, como a Espartaco en el fango.
En estos días me distraje viendo una serie llamada Shtisel, mis abuelos fueron religiosos pero no ortodoxos. De ellos aprendí el amor por su fe y por la Torá, mi abuela prendía las velas los viernes por la tarde. Sí, es cierto que comía kosher, hacía pan trenzado dulce y otras delicias caseras, sobre todo el vino y el vinagre. Iba al Templo en Iom Kipur, en un lugar separado de los hombres, y ayunaba respetando la ley sagrada, ya que era muy devota. Cocinaba un delicioso gefilte fish, una excelente sopa con pastas caseras y siempre me insistía con su vocecita: “comé Raquel, come”.
Qué lindo es poder brindar un abrazo, compartir penas y alegrías, ahuyentar los dolores del alma, no pensar en nada sino en el otro, y vivir plenamente cada momento. Vivo mi presente, que es mi pasado y mi futuro, porque siempre, cada ser humano, tiene su historia y la esperanza de encontrarse mejor no se pierde nunca.
Acongojada me siento por dos ausencias, pero confío en Dios para poder revertir este dolor que es pasajero.
Raquel Seltzer
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