La fama de Chacarita no es nueva. En forma progresiva, el barrio va ganando centimetraje en los medios masivos, gracias a la presencia de un costado cultural y comercial que algunos años atrás no era tal. Su popularidad acaba de llegar nada menos que al “New York Times, que publicó un artículo con este título: Chacarita es el barrio más peculiar de Buenos Aires. Ve pronto”.
A la nota se la puede leer –en idioma español- en la web, bajo la dirección www.nytimes.com/es. Está redactada por Seth Kugel, quien se encargó de recorrer personalmente la zona. “Hay ciertos requisitos para convertirse en el nuevo barrio más cool de una ciudad: una serie de cafés que acatan la norma de ser una combinación particular entre acogedores y algo pretenciosos, chefs que mezclan lo innovador con lo fotogénico (para Instagram), y tiendas tan auténticas que cuando los alquileres aumentan, que inevitablemente lo harán, deben cerrar. Pero también debe tener peculiaridades. Chacarita, siempre visto como un barrio de bajo perfil en el centro-norte de Buenos Aires, tiene muchas-, y de visitar”, escribió a modo de introducción.
La nota es larga. En ella se encargó de relatar su travesía por calles y comercios. El autor aclaró que Chacarita “es un gran lugar para comprar, comer y simplemente dar vueltas sin rumbo por unos días, lo que hice a principios de este año, tanto por mi cuenta como con mi sobrino de (entonces) 19 años”. A continuación explicó que su sobrino Leo, se encontraba estudiando en Buenos Aires.
Dos veces al Simik
La cantidad de negocios que describió es importante. Si bien su recorrida fue preferentemente gastronómica, también incluyó otro tipo de comercios. Y comentó que al único sitio al que acudió más de una vez, fue al reducto ubicado en Federico Lacroze y Fraga, un clásico de los clásicos, al cual el gobierno porteño declaró “bar notable”. Escribió Kugel: “Solo visité un lugar dos veces, el club de fotografía-museo de jazz llamado tanto Bar Palacio como Museo Fotográfico Simik. En una visita por la tarde, observé los gabinetes llenos de cámaras antiguas, y luego pedí un café y un postre tradicional de batata y queso de una mesa que sirvió como base de una ampliadora fotográfica Durst M605, una máquina descomunal del tipo que antes solo se veía en la inquietante luz roja de los cuartos oscuros del siglo XX. Al día siguiente, volví con Leo y algunos amigos para escuchar jazz en medio de Kodak Instamatics más viejas que yo, y máquinas de daguerrotipo más viejas que cualquier persona viva al día de hoy”.
La lucha de los vecinos
Más allá de su tour tradicional, también se introdujo en la problemática del barrio, donde, como tantas otras zonas capitalinas, se lucha contra el avance de la construcción. En esa línea, comentó: “… había muchas señales de que el vecindario ya podría estar camino de desbordarse de condominios de vidrio y acero post-hípster; señales literales. Decenas de afiches que decían ‘NO AL NUEVO CÓDIGO URBANÍSTICO’ colgados en residencias en protesta por una reforma urbanística de 2018 que facilitó la construcción de edificios de apartamentos en barrios residenciales, entre otras cosas. Mi última mañana en Buenos Aires, me reuní con María Sol Azcona y Laura Nowydwor, dos mujeres de la organización Amparo Ambiental Chacarita. Nos encontramos en un café elegante, que se apresuraron a señalar que era excesivamente caro y estaba lleno de extranjeros. Escucharlas detallar su batalla contra los promotores inmobiliarios fue esperanzador —ayudaron a introducir una nueva legislación el año pasado que recortaría el código de 2018— y deprimente. Las dos me mostraron lo fácil que era usar la aplicación en línea 3-D de la ciudad para buscar qué bloques del vecindario estaban listos y eran legales para construir”.
La nota del New York Times incluyó varias fotos de los sitios visitados por el cronista. Una de ellas, la del frente del Museo Simik (tomada por Sarah Pabst), es la que ilustra este artículo.
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