A Colegiales tal vez le quede muy bien el mote de “el barrio de los virreyes”, ya que varias arterias que homenajean a estos representantes de la corona española, tienen su trazado en esta jurisdicción. Repasemos: Virrey Loreto, Virrey Arredondo, Virrey Olaguer y Feliú, Virrey Avilés y Virrey del Pino. También existen otros homenajes en distintos barrios capitalinos. Por ejemplo: Virrey Vértiz (Belgrano), Virrey Cevallos (Monserrat-Constitución), Virrey Liniers (Almagro-Boedo) y Virrey Melo (Almagro-Boedo). Por si esto fuera poco, hoy un pasaje en Parque Chas que los recuerda a todos en conjunto y que se denomina, precisamente, Virreyes.
Sin embargo, en ninguna parte de la Capital Federal se da semejante concentración de calles alusivas a estos gobernantes cuyos mandatos tuvieron lugar previamente al 25 de mayo de 1810.
Más allá de lo general, un aspecto puntual caracteriza a dos de estos virreyes. Se trata de un acontecimiento del cual acaban de cumplirse nada menos que 226 años. El 12 de marzo de 1799, Gabriel Avilés y del Fierro, sucedía en el mandato a Antonio Olaguer y Feliú. En tal jornada se producía el arribo a Buenos Aires de Avilés, quien después de haberse desempeñado como Capitán General en Chile, era designado por el rey Carlos IV para gobernar el Virreinato del Río de la Plata.
El recibimiento a Avilés se hizo en una propiedad de la Chacrita de los Colegiales, una extensa zona de quintas que había estado en manos de los jesuitas antes de que estos fueran expulsados de estos lares por los reyes de España. Esta antigua Chacrita de los Colegiales, justamente, es la que le dio origen a los nombre de ambos barrios porteños. Con respecto a la asunción del nuevo virrey, un imponente banquete al que estuvo invitado el hombre que le dio la posta, Olaguer, ofició de bienvenida.
En el libro “365 Días en Buenos Aires”, de Diego M. Zigiotto, se dieron detalles de la fiesta: “… se sirvieron dos pavos grandes, diez pavitas, treinta y siete pares de pichones, dieciocho patos, veintidós pollos y diecinueve gallinas. Tal cantidad de comida no fue suficiente: la lista continúa con bacalao, anchoas, pejerreyes, lisas y anguilas…”
El autor del libro también indicó que Avilés pernoctó en La Chacrita de los Colegiales, que por aquella época todavía era un predio ubicado en el exterior de la Ciudad de Buenos Aires. Al día siguiente se dirigió al actual casco histórico porteño para hacerse cargo oficialmente de la gobernación en “una carroza tirada por seis mulas”. El frente del Cabildo “estuvo iluminado por tres noches consecutivas por centenares de candilejas”. Asimismo el texto describe que “una orquesta le dio serenatas en el balcón de su residencia, dentro del Fuerte, a lo largo de las noches siguientes”.
Así como a fines del siglo XVIII uno sucedió al otro, en Colegiales, Virrey Avilés y Virrey Olaguer y Feliú, también son calles paralelas y consecutivas.
Foto: Virrey Avilés, a la altura de Superí.
Deja un comentario
Debes estar logeado para dejar un comentario