Me dirijo hacia la esquina de Álvarez Thomas y Elcano, avenida que –en varias cuadras- desde hace unos meses está interrumpida para automóviles, colectivos, etc. Antes de llegar a ese transitado cruce, encuentro a un runner que pasa rápidamente por Virrey Arredondo, en uno de los laterales de Plaza Garicoits. Lleva una remera roja y un escudo que no logró reconocer. Apenas tengo la posibilidad me doy vuelta y lo observo alejarse: en la espalda lleva la inscripción “Canadá”.
Otra vez la Plaza Garicoits como anfitriona del tan necesario running matinal. Y otra vez, el pequeño espacio embaldosado de la calle Delgado, como improvisada cancha de fútbol que, en la ocasión, recibe a dos chiquilines que le dan a la redonda. Uno lleva la casaca de Newell’s Old Boys y es el que interesa mencionar, ya que su compañero, luce una repetida hasta el hartazgo remera de la Selección Nacional (desde su primera aparición, a pesar de los múltiples avistamientos, no se la ha vuelto a nombrar).
En el interior de la plaza, mientras hago algunas abdominales, diviso un hombre que, sentado en un banco, toca la armónica. Su teléfono celular le sirve para ensayar, probablemente, a través de videos publicados en Internet. El hombre se levanta y se aleja caminando. Mientras lo hace, consigo ver que lleva puesto un short de la Selección de Venezuela.
Resulta lógico que haya bastante gente en el patio de juegos. Uno de los niños que se divierten en el lugar tiene una camiseta del Manchester United con el 7 en la espalda y el apellido Ronaldo encima del número.
Un adulto se aproxima al “hincha” del Manchester. También viste una camiseta, aunque con el 11 en la parte trasera y perteneciente a una institución del ascenso argentino. Al distinguir el escudo, no caben dudas de que se trata del Deportivo Armenio.
Falta poco para las 5 de la tarde. Por Virrey Avilés, llegando a Vidal, van paseando dos mujeres y un nene de unos siete años cuya casaca de color celeste, el 9 en la espalda y el apellido Haaland, remiten al Manchester City. Curiosa coincidencia –en realidad, no tanto-, que las dos famosas instituciones de la ciudad de Inglaterra, aparezcan durante el mismo día, con diferencia de unas pocas horas.
Dejo atrás Colegiales, rumbo a Cabildo y Juramento. En Ciudad de la Paz al 1700, encuentro a una chica que, en ojotas, camina en la dirección contraria, o sea, de La Pampa hacia José Hernández. Algunos metros antes de que pase a mi lado, identifico en sus pantalones largos de color marrón, un escudo de Platense.
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