Sebastián Wainraich, vecino de Colegiales…
Ni muy apurado ni con ritmo cansino, Sebastián Wainraich caminaba por Conesa. Circulando entre la gente, como un vecino más, dobló por Teodoro García hacia Crámer. Unos metros antes de que hiciera ese giro a la izquierda, le entregué un ejemplar de La Voz de Colegiales. Agradeció y aproveché para preguntarle: “¿Cuándo hacemos una nota?”. Me causó gracia su inesperada respuesta: “En la revista sale Chaca y no Atlanta”, protestó en clave de humor. No se refería al barrio de la Chacarita, sino a la institución, cuya sede se encuentra en Teodoro García entre Álvarez Thomas y Giribone. Desde luego, la “queja” tenía que ver con el alegre simpatizante de los Bohemios, no con un pendenciero propenso a confrontar con su clásico adversario. Su frase me generó una cuota satisfacción: supe así que Sebastián conocía el contenido de nuestra publicación.
Unos pasos más adelante me dijo “escribime”, respuesta que, a mi entender, significaba que accedería a la nota, pero que esta se daría, quizás, días o semanas después… En el transcurso de unos cuantos años, fueron varios los cruces por el barrio que tuvimos con el humorista, actor y conductor. En especial, recuerdo uno en La Prometida, la desaparecida panadería de Delgado y Virrey Arrendondo. Una mañana, le hacía yo un reportaje a Viviana, la dueña del local, cuando él ingresó a comprar. Tal vez, este episodio regresó a mi mente, al asociarlo con aquel tradicional emprendimiento gastronómico, que bajó la persiana en la pandemia. Pese al fin de las restricciones la panadería nunca volvió a abrir y el local, todavía permanece sin actividad comercial.
Tras aquel momento, pasaron más años y encuentros fugaces por las calles del barrio. Hasta que ese “escribime” que me deslizó en Conesa al 800, me dio pie para iniciar la gestión. Así y todo, más allá de su amabilidad para dar el visto bueno, intuía que la cristalización del reportaje no sería tarea sencilla. No me equivoqué. En el diálogo a la pasada, le había aclarado que la pretendida nota no estaría direccionada a polémicas ni se construiría en base a preguntas íntimas: el enfoque, tendría que ver sobre todo, con su condición de vecino. Sin embargo, sabía que sus múltiples ocupaciones podrían ser una barrera difícil de franquear. Habrá transcurrido aproximadamente una semana… Y le escribí. Pronto llegó su respuesta: “Hola Pablo. Ando muy ocupado en estos días. Se me complica”.
Ni un sí ni un no. Apelando al optimismo, lo interpreté como un “a futuro se podría dar”. Pero la cosa quedó ahí. Al tiempito, volví a verlo por Céspedes y Freire. Un cordial saludo, donde no se hizo mención al tema, antecedió al elogio de una admiradora que también se lo cruzó en dicha esquina. Si bien no fue exactamente esta la frase que usó, la mujer lo halagó, indicándole que le causaba mucha risa el trabajo que hacía.
Sebastián agradeció y continuó su camino, la chica el suyo y yo el mío. En cuanto a la posibilidad de la entrevista, se la tragó una nebulosa. Hoy, sigue siendo incierta. Pero nunca hay que descartar un sí: a lo mejor, el próximo encuentro, casual o no casual, venga con novedades.
Foto: eldoce.tv
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