Gente de Cole

Desde Colegiales hacia Ciudad Universitaria y otros puntos

Para leer la nota anterior:

De Colegiales al ruido porteño, como estudiante y cadete

Durante 1972, me dediqué exclusivamente a mis estudios de ingeniería química, pero al año siguiente volví a sentir la necesidad de trabajar en forma paralela. Fue así, que mi padre me contactó con uno de los fabricantes de la ropa que él correteaba por las calles de Buenos Aires. La empresa que hoy se se conocería como PYME, tenía el nombre ELE-LIT y estaba situada en Pedro Morán al 2400, en el barrio de Villa Pueyrredón.

Para llegar hasta allí, desde Colegiales, caminaba por Zapiola hasta Avenida de los Incas y tomaba un colectivo de la Línea 80, hasta Francisco Beiró y Zamudio, a pocas cuadras del taller de costura al cual me dirigia. Mi trabajo consistía en acompañar al conductor de la camioneta Ford Falcon con la que se hacia el reparto de los pedidos de mercadería. Yo bajaba a entregar los paquetes, mientras mi compañero aguardaba al volante del vehículo. De esa manera volvía a recorrer la ciudad, con excepción de los martes, en los cuales existía una veda de circulación para los automóviles cuya patente terminaba en número impar. Esto, como consecuencia de la escasez de combustible que se produjo debido al embargo petrolero posterior a la guerra árabe-israelí de 1973. Asimismo, los jueves no podían circular los de terminación con cifra par. Los martes, por ende, permanecía en el interior del taller colaborando en la preparación de los paquetes a repartir durante la jornada siguiente.

En 1974 alcancé un objetivo que tenía pendiente: trabajar en algo relacionado con la carrera que estudiaba. De modo que también mediante un aviso publicado en el diario Clarín -rubro Empleos Ofrecidos- logré ingresar con una pasantía en un laboratorio de galvanotecnia, de nombre Electroquim, ubicado en Albariño al 700, barrio de Mataderos. A esta zona de la Capital Federal me acercaba el colectivo 63, y dio la casualidad que donde descendía del medio de transporte, en la Avenida Juan Bautista Alberdi al 5400, había una librería con un gran surtido de revistas deportivas antiguas, a la cual me hice asiduo concurrente. Trabajé solo algunos meses en este laboratorio, pero quedó en mi recuerdo, por el hecho de que estando yo en aquel lugar, escuché la noticia de la muerte del presidente Juan Domingo Perón, producida el 1 de julio de 1974.

En 1975 continué mis estudios con varias materias que se cursaban en la Ciudad Universitaria, en el barrio de Núñez, un poco más allá del estadio de River Plate, a donde llegaba con el colectivo 42. En 1976 nuevamente conseguí un trabajo en una empresa química, del rubro cerámico. Estaba entre Sarandí y Villa Domínico, partido de Avellaneda. Hasta ese punto del conurbano llegaba tomando el Ferrocarril Mitre –estación Colegiales- hasta Retiro. Después ascendía a un vehículo de la Línea 33, ramal Dock Sud, que hacía el trayecto más velozmente que el ramal Barracas. Cruzaba el Riachuelo por el puente Nicolás Avellaneda que une La Boca con la Isla Maciel, inaugurado en 1940.

Desde arriba del puente se alcanzaba a ver el estadio de Boca Júniors en la Capital, como también la cancha de San Telmo, en la Provincia. En cambio el ramal Barracas atravesaba el nuevo puente Pueyrredón -inaugurado en 1969- al cual se accede por Avenida Montes de Oca, cayendo prácticamente en desuso la vieja estructura levadiza ubicada en Luján y Vieytes.

Para llegar desde mi trabajo a la Ciudad Universitaria, también abordaba una unidad de la 33, pero como todavía no llegaba mas allá de la zona portuaria de Buenos Aires, combinaba con la Línea 56, que hacia el recorrido desde Villa Lugano hasta Ciudad Universitaria.

Andrés Rosen

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