Transcurrieron unos cinco meses, es cierto. Pero el hecho de que la noticia no sea actual, no significa que haya que ignorarla. ¿Por qué habría que hacerlo? En este caso, supe del fallecimiento de Adrián De Piero cuando pasé por la puerta del Gimnasio Belgrano, de Virrey Avilés entre Conde y Freire. Allí estaba Milagros, su hija, quien me puso al tanto de lo sucedido. “Adrián ya no está”, me respondió, cuando le pregunté por él. Me costó unos segundos darme cuenta de que esa frase no quería decir que no estaba presente en su gimnasio, sino que había fallecido.
Tras mi pedido de disculpas, Milagros, muy amablemente se largó a conversar. Contó que Adrián había fallecido en noviembre de 2023 y que ahora ella estaba al frente del histórico local por el cual, durante décadas, pasaron cantidades de vecinos de Colegiales y otros barrios. Adrián lo inauguró en 1986, en principio, en sociedad con su hermano Mario. El lugar estaba muy identificado –lo sigue estando- con el club Juventud de Belgrano, que se encuentra al lado. Los hermanos arrancaron prácticamente de cero, mientras Adrián, en forma paralela, también desarrollaba su pasión por el fisicoculturismo, ámbito en el que fue campeón argentino y metropolitano.
Un recuerdo y varias frases
En 2016, cuando el gimnasio estaba a punto de cumplir 30 años, tuve la posibilidad de hacerle a Di Pierro una entrevista. Durante aquella charla, opinó: “Este es un gimnasio familiar. Es diferente a las grandes cadenas donde el cliente es un número. La mayoría no viene sólo a hacer fierros u otra actividad, sino que aprovecha para charlar, hacer amigos, pasar un rato agradable… Todo eso forma parte de un complemento para estar bien física y mentalmente. Y uno, en su rol de dueño, participa de todo ese lindo intercambio”.
En otra parte de la nota comentó: “Este fue uno de los primeros gimnasios con equipamiento olímpico. Acá vienen vecinos pero además gente que se prepara para competir. Yo mismo tengo ganas de volver a la competencia. No lo hago desde el 2000. En ese año salí campeón argentino y me retiré. Pero hoy, a mis 61 años, siento que la llama no se apagó y que en mi categoría, 110 kilos, andaría muy bien. Siempre me cuidé y tuve perseverancia. Así que quién te dice, pronto tome una decisión”.
Además, dio consejos sobre alimentación saludable y entrenamiento: “El tema de la alimentación durante mucho tiempo fue un tabú, para el que entrenaba, todo era leche, carne, huevo y banana. Pero se ha progresado y ya es mucho más lo que se sabe. Hoy por ejemplo existen suplementos que comprás en cualquier farmacia… Eso sí, hay estar bien asesorado y no pasarse de rosca. Para estar saludable físicamente una buen rutina sería ir al gimnasio dos o tres veces por semana y ahí hacer 20 minutos de aeróbico (correr en la cinta o bici) y entre 30 y 50 minutos de anaeróbico (aparatos). Obviamente, siempre hay que analizar cada caso particular, pero en general sería eso. Y, algo fundamental, es una alimentación sana. Una dieta disociada. Frutas, veduras, proteínas, carbohidratos complejos, como papa, batata, arroz integral, pastas… Y tomar entre dos y cuatro litros de agua, sin contar infusiones. ¿Qué hay que evitar? Azúcar, alcohol, grasas. Lógicamente, no se trata de ser una máquina, algún gusto te tenés que dar, yo mismo lo hago. Vivir para entrenar, no sirve y tampoco podés estar totalmente ajeno a lo que es la sociedad de consumo”.
Por otra parte, siguió ofreciendo recomendaciones y reflexionó sobre la vida misma: “Hoy en día está de moda el crossfit, pero yo te digo que si no lo hacés adecuadamente, en dos años te puede traer lesiones musculares, artrosis, hipertensión… Son actividades para conseguir objetivos a muy corto plazo. Es un reflejo de lo que es la sociedad de hoy: si no es todo ya, urgente, pareciera que no sirve. A veces las cosas hay que obtenerlas con paciencia, constancia, y no por el atajo más corto”.
Tenaz luchador
Unos años después de aquel reportaje, Adrián se enfermó de cáncer. Mientras seguía al frente de su gimnasio, luchaba tenazmente contra la enfremedad. A veces se lo veía en la bicicleta fija, a veces, detrás del mostrador. O también más al fondo del recinto. Y si no aparecía, era porque quizás estaba descansando en la trastienda. Sin embargo, en esta ocasión, Milagros, apenada, aunque con gran entereza, confirmó que su papá “ya no está”. Claro, donde sí está, es en la memoria de tantísimas personas que lo conocieron, y que probablemente, al leer estas líneas, lo recordarán con una sonrisa.
Pablo Wildau
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