Allá por marzo, formó parte del inmenso conjunto de comercios que, afectados por la pandemia, ingresaron en la cuarentena obligatoria. Pasaron los días, las semanas, los meses… Hoy, la perspectiva es diferente…
Debieron pasar alrededor de siete meses para que el emblemático Bar Conde levantara la persiana. En realidad, durante un breve período, estuvo abierto y se sumó a la modalidad take away. Fueron sólo algunos días de mínima actividad, que precedieron a un nuevo cierre. Pero a mediados de octubre, los aires de “nueva normalidad” que soplan, parecen haber alcanzado también al antiguo reducto de Conde y Federico Lacroze. Las grandes cortinas decoradas con murales se elevaron, dejando al descubierto los ventanales, y con algunas mesas dispuestas sobre la vereda, el negocio atendido por Lucas Cofiño se plegó a la importante cantidad de locales gastronómicos que, mediante atención al aire libre, buscan recuperar parte del terreno que les quitó la etapa aislamiento.
José Luis, padre de Lucas y pionero en el Bar Conde, como tanta gente habituada al trabajo duro, sufrió debido al extenso cese de actividades. Por ahora, don Luis sigue en su casa, aunque su hijo afirma que ya se dio una vuelta por el bar, y que le hace bien, verlo abierto. También comenta Lucas que a fines de ampliar la atención –como ya ocurre con tantos negocios del mismo rubro-, harán gestiones ante las autoridades porteñas para agregar mesas en la calzada, y armar una especie de corralito sobre Conde, donde a menudo hay autos estacionados. Por supuesto, esto no es factible implementarlo del lado de Federico Lacroze, a la altura en que la avenida se encuentra ocupada por las paradas de los colectivos de la Línea 42.
En el interior del recinto, todavía inhabilitado al público, se observan las sillas con sus patas para arriba, colocadas encima de las mesas. Un cartel indica que es de “uso obligatorio el tapabocas”, hay líneas amarillas y negras de protección y recipientes de limpieza como alcohol en gel, que reflejan la intención de ir al compás de los protocolos exigidos. El salón está limpio y su encargado, conserva la ilusión de que pronto el Gobierno también permita que, parcialmente, los clientes puedan sentarse adentro. Junto al mostrador, está el bello mural diseñado con fotos del barrio, que dice “Bar Conde. Desde 1902. Colegiales”.
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