Está bueno que te des cuenta que no puedes lograr que todos te quieran ni mantener conformes a todos contigo. Y también está claro que si vivís pendiente de la opinión de los demás no podrás lograr el destino que Dios tiene para vos. Y esto puede pasar con gente no demasiado cercana y también con los más allegados.
En ese libro tan hermoso de los Cantares, el autor dice: “Mis hermanos se enojaron conmigo y me pusieron a cuidar las viñas ¡y mi propia viña descuidé!” (1:6). Es como si dijera algo como “me ocupé de hacer felices a todos: padres, familia, amigos y al hacerlo descuidé de mí”. A veces tratamos de agradar a todos, pero lo hacemos de un modo que terminamos no agradándonos a nosotros mismos. Dejamos que otros controlen y decidan nuestra vida y nos pongan en situación poco menos que de esclavos.
Mucha gente te puede absorber demasiado tiempo y dedicación y, por eso, a veces, es necesario confrontar a la gente que pretende dominarnos aunque, por lógica, ellos no gustarán que vos quieras cambiar ciertas situaciones injustas. Si alguien intentó controlar tu conducta mucho tiempo, es probable que no gustará de tu firmeza y asertividad. El amor, la amabilidad, el respeto, el compromiso por causas nobles seguirán siendo virtudes cristianas, pero tu legítima libertad deberá ser defendida por vos mismo.
Por supuesto, no deberás ser vos quien tome una actitud tiránica frente a los otros. No serás de bendición si hacés algo semejante. Mientras tanto, no tomes más responsabilidades de las que puedas tomar y preserva tu felicidad y crecimiento. No se ama bien a sí mismo quien pretende vivir bien a costa de otros.
Si querés llegar a tus propias metas y buscar una vida feliz es importante darte el lugar que debés ocupar. Las presiones que vienen de afuera pueden generarte estrés y angustia.
Respondé a los llamados de Dios de acuerdo a tu propia manera de concebir la vida. Con frecuencia adoptamos un falso sentido de la responsabilidad. Es bueno ayudar a la mayor cantidad posible de personas que están en necesidad. Pero, a veces perdemos el equilibrio.
Hacemos todo por los demás, pero nos olvidamos de nuestro crecimiento y nuestra salud. Mucha gente aun se enferma porque no sabe cuidarse adecuadamente.
El “ama a tu prójimo como a ti mismo” tiene multitud de aplicaciones en situaciones concretas. Pero deberás saber que hay gente que nunca estará conforme por más que te ocupes de ellos, por más tiempo que les dediques. Tienen sus propios problemas que incluye el ser impermeables al servicio de los demás.
Tampoco le exijas a los demás que se hagan cargo de tu felicidad y aprendé a ser feliz sin aislarte de los otros. Sé una ayuda disponible sin convertirte siempre en una muleta para el otro.
Tu vida no debe convertirse en un desastre dejando que todo el mundo te eche encima sus problemas. A veces, querer salvar a todos esconde nuestras propias incapacidades de ocuparnos sanamente de nuestra vida.
Por otra parte, los hombres y las mujeres que, como profesión o tarea de vida, han elegido la labor de ayudar corren siempre el riesgo de no preocuparse suficientemente de sí mismos debido a la inquietud por el prójimo necesitado. Quien se ama bien, tiene que comprenderse y amarse a sí mismo sin prejuicios y sin engaños. Perdonar sus errores y hacer de cada uno de ellos una experiencia de crecimiento. En todo ser humano hay luces y sombras. Deberá ser una necesidad tener equilibrio entre el servicio a uno mismo y a los demás. Conocer nuestros aspectos más negativos es parte también de nuestro crecimiento. “La verdad os hará libres”, decía Jesús.
Amarse a uno mismo es condición para amar sanamente a los demás. La buena estima de uno mismo es la puerta de entrada al mundo de los logros. Quien solo tiene tiempo para los demás y nada para sí mismo, quien queda totalmente acaparado por las necesidades de los otros, tiene poco amor por Él. Y no pocas veces hasta su familia queda afectada por esa manera de actuar.
La compasión por uno mismo no es un pecado si uno, por ello, no deja de tener compasión por otros.
(*) Pastor de la Iglesia El Buen Pastor, de Federico Lacroze esq. Zapiola. Este es su sitio web:
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