Media mañana. Ciudad de la Paz y Virrey Arredondo. Hay un bar en la esquina. Desde el exterior se ve junto a la ventana, a tres hombres que conversan sentados a una de las mesas. El más joven es también el único identificado con una insignia futbolera: tiene un buzo azul con el escudo del Deportivo Morón.
Mediodía. Avenida de los Incas y Zapiola, en pleno horario de salida de los colegios de la zona. Un adolescente – mochila colgada en la espalda- charla con otro en la vereda donde suelen detenerse colectivos de varias líneas. ¿Su vestimenta? Pantalón corto de San Miguel y camiseta de Olimpia de Paraguay. La zona está llena de estudiantes, algunos en grupos y otros caminando rápidamente hacia distintos destinos. La calle está transitada y el ambiente es de una típica salida escolar, con el bullicio habitual en esa franja horaria. Un rápido repaso mental me lo confirma: primera vez que anoto que una misma persona lleva en simultáneo colores de clubes y/o selecciones diferentes.
Voy en dirección a Federico Lacroze. Cerca de Virrey Arredondo, me cruzo con otro adolescente que transita la vereda impar de Zapiola junto a un compañero (no sería descabellado, pienso al recordarlos, que fueran al mismo colegio –pero al turno tarde- de los dos estudiantes que estaban en Avenida de los Incas). Uno de los caminantes viste una campera del Bayern Munich por debajo de su mochila.
En mis viajes en el 168 suele haber material para anotar. Esta vez no es la excepción. Alrededor de las 4 de la tarde, subo al colectivo, que minutos después toma Niceto Vega. Al 5700 de la avenida, yendo de Bonpland hacia Cabrera, alcanzo a ver por la ventanilla que un muchacho que camina hablando por celular, viste la camiseta de Ferrocarril Oeste.
Regreso al barrio en un vehículo de la misma línea. Desde mi asiento, veo que sentada en un refugio de Córdoba y Arévalo, una chica aguarda otro colectivo. Tiene puesta la camiseta blanca (con las líneas negra, roja y amarilla surcando el pecho) que la Selección de Alemania utilizó en el Mundial de 1990.
Falta poco para terminar mi viaje. Antes de que ello ocurra, desde arriba del colectivo habrá un avistamiento más, con el Atlético de Madrid como protagonista. Su casaca roja y blanca a bastones, la luce un chico de unos 13 años, que transita por Federico Lacroze, pocos metros antes de la intersección con Zapiola. No tiene número en la espalda, pero sí apellido: Suárez.
Se sabe: las 7 de la tarde no es una hora sencilla para viajar en colectivo. No resulta extraño, entonces, que haya bastante gente en las paradas que en Federico Lacroze y Ciudad de la Paz, tienen las líneas 42 y 63. En la fila, uno de los pasajeros (edad aproximada: 60 años) lleva puesta una remera de manga corta negra, con el escudo de la UAI Urquiza.
Algunos minutos más tarde, sobre la misma avenida, aunque del lado opuesto de las vías del Mitre, cerca de la esquina con Conesa, surge la figura de un muchacho con una casaca retro del Nápoli y el apellido Maradona en su parte trasera, que también espera. Parado en la puerta de un edificio, según parece, lo que aguarda es que alguien conteste el portero eléctrico que acaba de presionar.
En la plaza de Crámer al 400 –denominada, precisamente, Crámer- , una de las máximas atracciones es el par de canchas de césped sintético para jugar al fútbol-tenis. Cerca de las 4 de la tarde, un grupo de quinceañeros se divierte desarrollando esa actividad. Mientras algunos chicos esperan su turno para entrar, otros dos se encuentran en plena competencia. Uno luce la ya mencionada camiseta del Manchester United con el 7 de Ronaldo. Del lado opuesto de la red, Pinocho –club de Villa Urquiza- es representado a través de la casaca albiverde del otro jugador del match.
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