Gente de Cole

El poeta Eduardo Villavicencio: experiencia y talento en el barrio y toda la ciudad

Cada tanto, suena el teléfono y del otro lado de la línea, aparece su voz… Uno o dos segundos bastan para identificar en la conversación a Héctor Eduardo Villavicencio, el vecino poeta, quien con sus más de noventa años y loable esmero, continúa acercando sus publicaciones para que vean la luz a través de este medio.
A lo largo de su vida ha escrito muchísimo… Al darle una mirada a su obra, aunque sea de manera muy superficial, se nota que un singular talento lo caracteriza. La poesía es su especialidad y los barrios de Buenos Aires, son su punto fuerte. Desde luego, a la hora de escribir, Colegiales y Chacarita cuentan con un sitial de privilegio entre sus preferencias, porque Don Eduardo es de la zona y transita sus calles y avenidas con frecuencia.
Con bastante asiduidad, suele darse una vuelta por el Club Deportivo y Social Colegiales, la señera entidad barrial de Teodoro García entre Conesa y Crámer. El histórico salón de billar, posiblemente, lo tenga como a uno de sus concurrentes, al igual que a tantos vecinos que peinan más o menos canas y que encuentran bajo su techo un cálido punto de reunión.
Si va por el club, si se dirige a pagar servicios al local de Palpa y Freire, o si simplemente con un taxi anda cerca, puede darse que Don Eduardo aproveche la oportunidad para pasar por nuestra redacción con el objetivo de retirar unos ejemplares de La Voz de Colegiales, pues como se ha dicho, en las páginas de este medio vecinal, en más de una ocasión, se han publicado sus versos.
Aunque si elige el taxi como medio para trasladarse, lamentablemente, es probable que se deba a que la artrosis en una de sus piernas, esté provocándole un dolor que le impida caminar con comodidad.
Cuando está dolorido, en sus llamadas telefónicas eso queda en evidencia de inmediato. Ya en saludo inicial, y ante la pregunta “¿cómo anda?”, Villavicencio se expresa sin tapujos. “Y… mal”, contesta, ya que no es de ocultar los sentimientos.
De todos modos, la queja no se transforma en un obstáculo y pese a a las incomodidades derivadas de la artrosis, el empeño por darle continuidad a su pasión por la escritura no se ve alterado. Prueba de ello, son sus ganas de seguir yendo a un taller de literatura de la Avenida Cabildo, donde figura como uno de los metódicos asistentes.
No sería extraño que uno de estos días volviera a sonar el teléfono y un particular saludo indique que es Don Eduardo quien está nuevamente al habla. No sería extraño que una vez más ofrezca sus manuscritos repletos de inigualable poesía barrial. En consecuencia, tampoco sería extraño que en una próxima edición, otro de sus poemas engalane las páginas de este medio.

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