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El hijo del vecino y…

UNA DIVERSIÓN NADA DIVERTIDA

Con sus 16 años, el hijo del vecino (*) sentía que era diferente a sus compañeros de colegio. Cuando ellos lo invitaban a fiestas los fines de semana, él prefería quedarse en casa en familia. Tenía una buena relación con esos chicos, pero a pesar de su corta edad, sabía que estaban yendo por un camino peligroso. No hacían nada que no hiciera la mayoría de los adolescentes. Sus compañeros le decían que beber unos tragos nada tenía de malo. Ni tampoco fumar o tomar alguna pastilla… Total, era solamente para divertirse. Pero el hijo del vecino tenía claro que si se basaba en el consumo de alcohol y drogas, no era el tipo de diversión que él deseaba tener. Su madurez le permitía entender que eso que parecía “normal” para la sociedad, nada tenía de normal. Y que esta supuesta “normalidad” era la que en realidad estaba arrastrando al mundo a un estado cada vez más lastimoso.

Si bien algunas veces le costaba negarse, finalmente se sentía feliz por haberse mantenido firme en sus convicciones. Es que era un muchacho de fe. Y al saber diferenciar lo “normal” de lo “anormal”, antes de quedar bien con los demás, prefería no defraudar a Dios, cuyas promesas de bendición son abundantes para aquellos que permanecen fieles.

Dice la Biblia:

El Señor afirma los pasos del hombre cuando le agrada su modo de vivir. Salmo 37:23.

(*) En Colegiales o en cualquier rincón del mundo… El “hijo del vecino” podrías ser vos o yo. O cualquier hijo de vecino.

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