Columnas

Bien de familia

¿Cuánto tiempo hace que he iniciado esta serie de escritos? Miro en mi archivo. Compruebo que las primeras palabras que redacté, datan de fines de septiembre de 2020. Han transcurrido 16 meses. Cuando me senté a investigar y a escribir sobre las raíces de mi familia, el mundo estaba en plena pandemia… Bueno, igual que ahora. Han cambiado, eso sí, algunas cosas. Por ejemplo, que ya no hay aislamiento. La gente salió finalmente a la calle… Otras cuestiones no cambiaron. Por ejemplo, que la pandemia continúa. Me pregunto cuántos miembros de mi familia contrajeron el Covid. Sé que más de uno, en este extenso período, se ha contagiado. Y que yo he sido uno de ellos. Aunque al día de hoy, no tengo noticias de que alguien haya estado grave…

Repaso nombres y apellidos. Me invade una cuota de felicidad porque a lo largo de estos meses conocí parientes y reanudé relaciones con otros de los cuales hacía mucho tiempo que poco y nada sabía. La tecnología contribuyó muchísimo. Internet y sus redes sociales son, sin dudas, las grandes invenciones de los últimos años. La especie humana ha creado cosas extraordinarias. Lamentablemente, así como se las usa para bien, también las emplea para hacer mucho daño. En este caso, entiendo que la tecnología jugó un papel tremendamente positivo, siendo fundamental para establecer vínculos impensados un par de décadas atrás.

En función de todo esto, mi deseo es el de continuar recopilando información familiar y recogiendo testimonios de mis parientes. Pero me doy cuenta de que hemos llegado a un punto de inflexión. Hasta el momento, en su mayoría, han sido comentarios propios los que conformaron esta serie de escritos. ¿Por qué no ir un paso más allá? ¿Por qué no profundizar en las vivencias que los Wildau han tenido por el mundo a través de tantos años? Sí, es una buena decisión… Pero a partir de este momento, dejando el comentario propio de lado, los testimonios serían en primera persona. O sea, formulados desde la perspectiva de aquellos que han protagonizado las experiencias.

La lista completa de parientes que intenté armar, sólo con quienes están vivos, excede el centenar. Imposible  reunir y publicar las opiniones de todos. ¿Y hacer una selección? Difícil: se corre el riesgo de elegir arbitrariamente, a unos por encima de otros. Tampoco es lo ideal.

¿Cómo implementarlo entonces? La salida a la que arribé, es la de hacer foco sobre una generación en particular. De la de mis abuelos, no ha quedado nadie. De mi generación, entre hermanos, primos hermanos, primos segundos y primos más lejanos aún, somos muchísimos. No sería viable. La solución, por lo tanto, es centrar la visión sobre la generación de nuestros padres. Ellos, que vivieron tantas cosas, y que numéricamente, integran un grupo “accesible”, podrían ser los encargados de brindar un significativo panorama, recorriendo un fascinante camino a través de diversas épocas y cuantiosos rincones del mundo.

Sí, hagámoslo de esa manera. ¡Pongamos manos a la obra!

Pablo Wildau

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