Columnas

Bien de familia

La valiosa información dada por Carmen Ronseblatt, incluyó datos desconocidos para mí. En mi afán de descubrir los días trascendentales del clan familiar, “molesté” bastante a primos y tíos, a través de las redes sociales. Cumpleaños, aniversarios, nacimientos y fallecimientos… Todo esto traté de recopilar, aun consciente de que sería muy difícil completar la lista de fechas de todos mis parientes, sobre todo, los no contemporáneos.

Un natalicio/defunción muy importante desde el punto de vista personal, y que sin embargo no tenía, era el de mi bisabuelo paterno, Nathan Oskar Wildau, a quien se lo conocía mucho más por su segundo nombre. Pero sorpresivamente, y sin que mediara un pedido de mi parte, Carmen me entregó ese dato en una de nuestras conversaciones por whatsapp. “Creí acordarme que tu bisabuelo Oskar Wildau, está enterrado en el Cementerio de Avigdor y efectivamente, revise la lista y es así, dice: Oskar Wildau. Nac. 29/7/1879. Fall. 17/3/1954”, me escribió.

Esta sencilla anécdota dio lugar a que me decidiera a publicar, ahora sí (creo), como último eslabón de la cadena relatada por Carmen, el testimonio de un triste acontecimiento cuyo escenario fue este mismo cementerio. El suceso tampoco está ligado específicamente a los Wildau, si bien sirve para ilustrar el contexto de aquellos primeros tiempos de los exiliados judío-alemanes en Avigdor.

El relato decía lo siguiente: “Cuando guío a personas por nuestro Cementerio, cuento una historia muy triste, pero que da la pauta de muchas cosas. Había una familia de apellido Lange que quería irse de la Colonia, pero como los administradores de la Jewish en los primeros tiempos, a decir la cruel verdad, eran muy tiranos, autoritarios, que se creían con derecho de manejar a los colonos, no le permitían a este señor que se fuera, alegando que primero debía pagar su deuda con la JCA. ¿Qué hizo? Por la noche ató su carro, cargó a su familia y algunas pertenencias, y se fueron ‘escapados’, pero con tan mala suerte, que se le asustaron (dispararon) los caballos con el carro, en un puente a la salida de Avigdor, y se cayó la hija de 12 años que se llamaba Irene, falleciendo en el acto… No les quedó otra que volver a enterrarla en el Cementerio de Avigdor. El que visite ese lugar sagrado, puede acercarse a su tumba y rendirle un homenaje…”

Pablo Wildau

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