En función de toda la información sobre Colonia Avigdor ofrecida por Carmen Rosenblatt, se tornó necesaria su división en varios capítulos. En este nuevo segmento, continúa abordando cuestiones históricas y actuales ligadas al pueblo entrerriano en el cual nació en la década del Cuarenta. Parte de sus opiniones, han sido extractadas de un valioso documento que me envió por correo electrónico. Se trata de un trabajo que escribió hace algunos para el Seminario Rabínico Latinoamericano. El profesor Yaacov Rubel “me honró dándome la oportunidad de contar un poco la historia de Colonia Avigdor”, manifestó Carmen en el cierre del escrito que confeccionó para el Seminario.
A propósito de los primeros tiempos de los colonos alemanes en sus nuevos hogares, relató:
“Luego de que las familias fueron asentándose, muy pronto se fundó una cooperativa para comercializar la producción, sin tener que dar las grandes ganancias a los comercios de la zona, la JCA construyó una escuela primaria (que luego de muchos años se donó al Superior Gobierno de la Provincia), una estafeta de correo, que distribuía las cartas, mayormente provenientes de los familiares de Alemania, y los diarios, escritos en idioma alemán. Eran editados en Buenos Aires y llegaban con entre diez y quince días de atraso. La JCA construyó también una Sinagoga en el pueblo, y otras tres para los grupos en el campo, ya que ellos no viajaban en Shabat y las festividades judías, y les quedaba demasiado lejos venir a la del pueblo”.
“En un galpón funcionó el Centro Social, donde había grupos de teatro, orquesta, se hacían bailes… Se conformó una comisión llamada de Servicios Sanitarios, para atender la salud básica de las personas en un pequeño hospital, y así otras y diversas instituciones. Hubo una vida social y cultural muy intensa, ya que las familias venían con mucha cultura, además respetaban mucho la religión y sobre todo las tradiciones judías. Tuvimos un shojet (el matarife que carneaba los animales bajo las reglas de la Kashrut, entre ellos mi abuelo), jazán (cantante de la sinagoga), moré (maestro) de hebreo, etc… Todos dentro de los integrantes de la colonia”.
“También se delimitó una parcela para Cementerio… Se hizo apicultura, pero creería que la actividad más importante, la que más prosperó, y para lo que más se adaptaron las tierras, era la ganadería. Cuentan como anécdota graciosa, que era tal el desconocimiento de las tareas rurales, que a una señora, le ataron un animal para que lo ordeñe, pero en lugar de una vaca ¡era un toro!”.
“El estilo de vida era muy precario, aunque con los años fue mejorando… Pero pasaron bastantes hasta que comenzó a llegar la ‘civilización’. La energía eléctrica recién se inauguró en 1971, ¡luego de 35 años! El asfalto data de 1987. O sea que hasta ese año los caminos eran todos de tierra, intransitables en días de lluvia, ya que se ponían muy barrosos. Nosotros tuvimos la constancia de permanecer viviendo en la Colonia, mientras gran cantidad de familias no se adaptaron a ese estilo de vida, al sacrificio, y a las privaciones y se fueron yendo a las ciudades”.
“En 1997, se estableció la Fundación Judaica, liderada por quien fuera Secretario de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, Sergio Bergman. Ellos adquirieron tierras y construyeron un alojamiento, tipo hotel de campo, para personas de su entorno, campamento para chicos, varios emprendimientos productivos, como tambo, fábrica de quesos… Han realizado campamentos de verano, con unos 120 chicos, invitándonos a las ceremonias de Kabalat Shabat. Nosotros les cedíamos nuestra Sinagoga, para reunirse y rezar. Esta institución ha colaborado con Acción Social en el pueblo, escuelas de la zona, asistencias de especialistas en salud, y se les dio trabajo a personas, tratándolas de sacar de los planes de asistencialismo oficial, etc”.
“Hoy por hoy, quedan pocos judíos, aproximadamente doce familias, están integradas por unipersonales (viudas y/o viudos) y matrimonios mixtos, que generalmente se vuelcan a nuestra Comunidad… Tratamos de mantener encendida la llama del judaísmo, con mucho sacrificio, ganas y empuje… No es fácil, pero contamos con apoyo de varias instituciones, como Baalei Tfila y Mora Ester Jarmatz, de Buenos Aires, que hace más de 30 años nos manda oficiantes para las Altas Fiestas… Y con unas pocas familias de pueblos vecinos lo hacemos. Nuestra infraestructura estaba muy caída por el paso de los años, pero alrededor del año 2000, la familia Preizler –ex avigdorianos que volvieron- reconstruyó la sinagoga, el Salón Comunitario, etc. De manera que ahora nos queda solamente mantener esos edificios, que también por momentos nos resulta complicado… Por otra parte, estamos integrados al Vaad Hakehilot (Federación de Comunidades Judías de Entre Ríos, FECOJUER) la única que existe en el país, formada por doce comunidades de la provincia y con personería jurídica. Al margen de esto que cuento, la convivencia con otras religiones, razas y etnias, era y sigue siendo muy buena”.
“En 2017, Avigdor fue nombrado Pueblo Histórico Nacional, -el único en todo Entre Ríos-, y se trabajó desde Nación, para recuperar lugares y mejorar servicios, apuntando a un adelanto general y también turístico. Por estos tiempos, los servicios básicos (luz, agua, televisión, caminos, comunicaciones) prácticamente son comparables a los de las ciudades. La precariedad se superó, pero no olvidemos que desde la fundación, en 1936, han pasado más de 80 años”.
Pablo Wildau
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