Gente de Cole

De padre e hijo

MI HOMENAJE A SUSY

Esta es la historia de una persona muy especial, sobre todo para quien esto escribe, aunque también para mucha gente más. Falleció un 22 de agosto de 1973, a los 28 años, tras haberse enfermado de una terrible enfermedad, el cáncer.

Nos casamos tras seis años de noviazgo. Nuestro matrimonio duró cuatro años hermosos. No sin dificultades, como suele darse en toda pareja. Su temprano fallecimiento dejó una profunda tristeza en todo nuestro entorno familiar y de amigos.

El 27 de abril de 1972 nació Pablito, nuestro hijo. Un bebé de apenas un año y medio, se quedaba sin su mamá. Todavía hoy no puedo entenderlo.

Pablo, ahora de 48 años, está felizmente casado con Romina y tienen dos hijas, Ari y Sabri, de doce y ocho años, que para mí, su abuelo, son la razón de mi vida. Romina es una madraza total. Junto a Pablo educan con mucho amor y sapiencia a sus dos nenas.

Esta historia es un pequeño homenaje a SUSY, que se fue demasiado joven.

Alfredo, su marido

Y EL MÍO TAMBIÉN…

Ya en mi infancia, mi familia me ha hablado maravillas de Susy. Yo era un bebé cuando mi mamá murió y en mi memoria no hay imágenes suyas. Hoy contemplo sus fotos, la veo joven, feliz, radiante, y desde mi perspectiva, quiero sumarme a este homenaje.

Un nene de un año no entiende por qué su papá le quita la bolsa de golosinas que tanto desea seguir comiendo, o tal vez llore mucho si su mamá lo aleja de la olla de agua caliente que quiere tocar… Los ejemplos podrían seguir. Como la mente de ese chico no está a la altura del entendimiento de los mayores, le será imposible darse cuenta de que sus padres le niegan los gustos con el objetivo de hacerle un bien, no un mal.

De la misma manera, nuestra razón limitada, está en inferioridad de condiciones en relación a los pensamientos de Dios. El dolor por una pérdida muy querida, posiblemente nos lleve a creer que no nos ama o que no existe. Nos costará entender que tal vez, Él lo permita para que a través de la dificultad, se concrete un fin superior.

Me gustaría remontarme a la narración bíblica referida a Jacob, el patriarca hebreo, que perdió a su hijo más amado, José, cuando éste era muy joven. Sus hermanos lo vendieron como esclavo a Egipto. Muchísimos años después, José fue poderoso en el país vecino y gracias a eso, reconciliado con su familia, terminó librándola del hambre que sufría Israel. Por décadas Jacob creyó muerto a su hijo. Pero tras el sufrimiento, la recompensa fue inmensa, y no sólo para su familia, porque la sabiduría de José, había salvado de la hambruna también al pueblo egipcio.

En medio del dolor, no comprenderemos el motivo de ciertas cosas. Quizás, deban pasar años para que lo hagamos y hasta es factible que nunca en esta vida nos demos cuenta. Como el nene y las golosinas, hay cosas que no entiendo. Tampoco intento hacerlo. Sólo trato de depositar mi confianza en el amor y la sabiduría ilimitada de Dios.

No tengo en mi memoria registros de mi mamá. Sí la vi muchísimo en fotos y escuché hablar sobre ella cantidad de veces. Me hubiera encantado conocerla y poder hablar más sobre ella. No obstante, no me hace falta haberla visto cara a cara, para poder amarla.

Pablo, su hijo

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