El de las peluquerías es un sector que mucha paciencia debió tener para volver al trabajo, pero finalmente, pudo levantar la persiana hace unos meses, cuando las autoridades habilitaron su regreso. En la esquina de Conde y Palpa, el histórico local R&J, comenzó a atender con los protocolos correspondientes, apenas el Gobierno de la Ciudad dictó la norma que reglamentaba la reapertura. Jorge Piccini –junto con Rodolfo Tassi, uno de sus propietarios-, conversó con este medio acerca de la situación en su negocio:
“Hoy por hoy, la cosa está bastante tranquila en relación a la cantidad de trabajo. El movimiento que hay es un poco menor al de antes de la pandemia. Hubo un momento, cuando recién reabrimos, que fue un aluvión, porque la gente necesitaba cortarse el pelo después de tantos meses con las peluquerías cerradas. Pero después de esa etapa, comenzó a bajar”.
Jorge resume cuales son los protocolos que deben cumplimentar: “Tantos los clientes como Rodolfo y yo, usamos barbijo o tapabocas. Más de dos personas atendiéndose no puede haber. Si viene alguien más y la cantidad excede esa cifra, tiene que esperara afuera. Si es una persona mayor puede ingresar pero lo hacemos esperar a cinco o seis metros de donde estamos trabajando nosotros”.
Además, los cuidados incluyen “pasar por el caminito de alfombra sanitizante con lavandina, el aparatito a pedal para colocarse alcohol en gel en las manos. Les tomamos la temperatura, y previo al ingreso de cada cliente se sanitizan todos los asientos, el lavatorio, las herramientas correspondientes y el perchero de la ropa”.
Dentro del salón, Rodolfo y Jorge ya no pueden trabajar desprovistas de separación, sino que entre ambos existe una división “para no tener contactos directos. Estamos cumpliendo con las normas que corresponden, las básicas, no hay mucho más para hacer. Tampoco se puede ofrecer bebidas. Por eso tenemos el dispenser con el agua. La gente que toma después desecha el vasito”, cuenta Jorge, quien mientras duró la etapa de aislamiento, recibió algunos llamados para atender a domicilio: “Por supuesto que no era lo mismo, aunque por suerte fueron varios los que me llamaron y pude ir resolviendo la situación. Pero el trabajo era mucho más escaso”.
Con 35 años de permanencia en el barrio, el entrevistado no quiere dejar de agradecer “a nuestra distinguida clientela”, dando a entender que ha sido importante el respaldo recibido de parte de los vecinos de éste y otros barrios que suelen utilizar sus servicios. Aclara, además, que no todos han vuelto. “Es natural, cada uno tiene su forma de reaccionar. Por ejemplo, en el caso de los niños, las madres por lo general todavía no los traen. Se arreglan como pueden, por ahí en su casa. Pero es entendible y no queda otra alternativa, cada uno lo resuelve a su manera”.
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