Columnas

Bien de familia (III)

Se iba octubre cuando se concretó una idea que me daba vueltas en la mente desde que supe que tenía un tío segundo desconocido –hasta el momento- en Inglaterra. Era el mismo pariente que, con gran paciencia y entusiasmo, había armado el documento en formato PDF que me envió Ito Wildau, y que contenía cuantiosa información acerca de nuestros antepasados en común.

¿Cuál era esa idea? Contactarme con este tío, llamado Peter Loewenstein. Lograr la meta de entablar una comunicación con él, no fue difícil. La predisposición de Ito para hacer de “puente” fue muy importante. Ellos, Ito y Peter –primos segundos entre sí-, tampoco sabían de la existencia de uno y de otro. Pero se habían conocido a través de Internet en 2019 y a partir de ese momento, nació una cordial relación, que se mantuvo gracias al correo electrónico y al Facebook. Apenas le trasladé a Ito mi inquietud, me entregó la dirección de mail de Peter.

El 27 de octubre me animé a escribirle. Lo hice en español, aunque antes de insertar el texto en el correo, lo pasé al inglés mediante el traductor online, magnífica herramienta del poderoso Google. En resumidas líneas, me presenté, le dije a qué rama de la familia pertenecía, le expliqué cómo había conseguido su dirección y me puse a su disposición para continuar con el diálogo a la distancia.

Peter contestó sin pérdida de tiempo. De acuerdo a su respuesta, se podía intuir que estaba feliz por el contacto. En una carta más extensa que la mía, ofreció más detalles de su historia familiar. Un dato muy significativo: si bien vive hace muchos años en Gran Bretaña, nació en 1947 en Sudáfrica, país al que su madre, Irmgard Wildau y su padre, Bernhard Loewenstein, habían llegado escapando de la persecución nazi. También residió en Zambia, otra nación del continente africano.

Quedamos en seguir hablando… Y en efecto, así lo hicimos. En el transcurso de pocos días, ya habíamos intercambiado unos cuantos mails. Pero Peter fue más lejos aún: me propuso hacer una reunión virtual utilizando el Zoom, recurso tecnológico que tan de moda se ha puesto a nivel mundial, como consecuencia de la pandemia de Covid-19. Desde luego, acepté inmediatamente. El idioma, se vislumbraba como  un obstáculo a tener en cuenta. Con los mensajes escritos nunca surgieron dificultades, gracias al traductor online. Sin embargo, para la charla cara a cara habría que encontrar otro sistema, pues mi inglés y su español no daban la seguridad de que pudiéramos comunicarnos como esperábamos. Peter halló la solución. Dijo que sumaría al Zoom a su amigo Vic, cuyo español era más avanzado, para que hiciera las traducciones.

En la tarde del sábado 7 de noviembre a las 14.30 de Argentina (atrasada tres horas con respecto a Gran Bretaña) se realizó el anhelado contacto. Cuando ingresé a la plataforma, Peter ya estaba allí. Me saludó con una gran sonrisa. Mezcla de nerviosismo, alegría y emoción, por mi parte, sonreí también. Enseguida se incorporó Vic. Y Stella, la esposa de Peter, se acercó a saludar, algo que asimismo hicieron mis hijas Ariana y Sabrina, y mi mujer, Romina, que junto a Vic, colaboró en las traducciones a lo largo de toda la conversación. La barrera idiomática hizo que la charla no fuera del todo fluida. Pero logramos entendernos correctamente.

Asuntos familiares y laborales conformaron el espontáneo temario. En forma breve, se hizo mención a una cuestión que no era menor ni en Nottingham ni en Buenos Aires, nuestras respectivas ciudades: la fuerte presencia del Covid-19. Peter relató, además, la inolvidable experiencia que tuvo en 2019, cuando visitó Schmechten, el pueblo de Alemania donde vivieron nuestros antepasados. Contó que halló antiguos vecinos que conocían a varios de los Wildau, antes de que éstos partieran hacia la Argentina.

El diálogo duró aproximadamente una hora, que transcurrió velozmente. Contentos con el inédito ensayo virtual, nos despedimos, con la convicción, al menos de parte mía, de lo lindo que sería extender los encuentros a mayor número de ocasiones, a más cantidad de parientes y, por qué no, algún día, al modo presencial.

Pablo Wildau

Deja un comentario