Gente de Cole

Anilinas Colibrí: una empresa histórica, una entrevista anhelada

Pasaron varios meses. El objetivo de realizar una entrevista se dilató, quizás, más de lo esperado. Pero valió la pena la espera… Anilinas Colibrí es una empresa histórica. Se encuentra en Álvarez Thomas entre Forest y 14 de Julio desde 1942, aunque su origen es anterior, pues la fundó el alemán Germán Ortkras en noviembre de 1911, en la calle Cangallo (hoy Juan Domingo Perón), esquina Callao.

A la luz de estas fechas que impactan considerando el tiempo que ha transcurrido, ¿cómo íbamos a desechar la posibilidad de hacer una nota sobre la institución? En un principio, se complicó la misión de encontrar a su dueño. Sin embargo, un mediodía primaveral me acerqué a Álvarez Thomas 1350 una vez más, para entregar el último ejemplar de La Voz de Colegiales. En la puerta, justamente, se hallaba Daniel. Recibió amablemente la revista y en el breve diálogo que se produjo en la vereda, quedó rubricado el compromiso para una entrevista. Y efectivamente, días después, se produjo la anhelada charla, la cual terminaría siendo mucho más que eso, porque lo que comenzó en una oficina, se prolongó por gran parte de la empresa e incluso, por el exterior de la misma, a partir del empeño del entrevistado para explicar detalladamente aspectos históricos de la empresa y del barrio en general.

Pero, ¿quién es Daniel? Para empezar, es imperioso señalar que se trata de uno de los propietarios de Anilinas Colibrí. Anteriormente lo había sido su padre, Juan, quien en su juventud fue empleado de Germán Ortkras y cuando el alemán –que no tenía hijos- falleció, se convirtió en uno de sus herederos.

De bajísimo perfil, Daniel prefiere que ni siquiera se mencione su apellido. Algo que también llama la atención es que no utiliza teléfono celular. En consecuencia, tampoco es esclavo del whatsapp. Desde luego, para los tiempos que corren esto no deja de ser una rareza, aunque a él se lo nota feliz ante la decisión que ha tomado. Esa satisfacción que siente por no haberse sumado al feroz intercambio tecnológico que reina en la era de las comunicaciones, es la que transmite durante la entrevista, donde narra vivencias, confía opiniones y muestra antiguas fotografías. Si hay algo que destaca de la empresa, es que “esto es una gran familia”, se enorgullece. Como para fundamentarlo, cuenta que tienen operarios que llevan muchísimos años trabajando en el lugar. “Hay una pareja que se formó acá. Después se casaron, y hoy, su hijo también es empleado de Colibrí”, enfatiza.

Daniel invita a recorrer las instalaciones, que ocupan una buena parte de la manzana. En el trayecto, va presentando a los empleados, que se hallan realizando diversas tareas. La planta tiene otro acceso por Giribone. Hasta allí llegamos. Pero eso no es todo… Salimos a la calle y muestra algunas casas sobre 14 de Julio. “Esta es nuestra, y esta, y esta…”, señala. Es que a lo largo de su historia, la empresa supo invertir “en ladrillos”. Hoy, esto lo disfrutan, por ejemplo, sus operarios, quienes habitan las viviendas sin necesidad de abonar alquiler. Lo mismo ocurre con algunos departamentos del Hogar Obrero, el edificio contiguo a Anilinas Colibrí. Daniel enfatiza en la importancia de que la gente no tenga que viajar para llegar a sus puestos de trabajo.

Antiguas imágenes de promoción que hoy forman parte del decorado de la planta.

Antiguas imágenes de promoción que hoy forman parte del decorado de la planta. Arriba, un emblemático calendario. En la foto principal una imagen actual del frente de la empresa.

Cruzamos Álvarez Thomas. De asombrosa memoria, ahora indica lo que había anteriormente en los locales de la zona. En la recorrida, ingresa al taller GFC, a la pizzería La Mezzetta… Amigablemente, saluda a sus vecinos. Volvemos a la empresa y continúa la charla, en la que no podía faltar la referencia a Elpidio González –vicepresidente de la Nación entre 1922 y 1928-, quien renunció a su jubilación de privilegio y trabajó en Colibrí, como un empleado más. Con el material para el análisis que deja este emblemático caso se podrían escribir páginas enteras. Algo parecido ocurre con otros significativos temas que se desprenden de la conversación. Surge la propuesta de abordarlos en futuras notas. Un apretón de manos sella el acuerdo y confirma que la entrevista llegó a su fin. Se había hecho esperar es cierto, pero qué duda cabe de que valió la pena.

Pablo Wildau

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