Hoy: Maure.
Fines de noviembre. Maure y Gral. Enrique Martínez. Un muchacho pasea con su perro. Como desafiando a los aproximadamente 30 grados que el termómetro marca en este domingo al mediodía, el joven lleva puesto un pantalón largo. Vamos por Maure hacia Conde. Un hombre abre con llave una puerta de rejas, ingresando a una de las bellas viviendas que engalanan este sector del barrio. En el frente de una de ellas, un cartelito proclama una frase contundente, a propósito de los excrementos que quedan dispersos en la acera: “Nunca es poco. Siempre es caca”.
Más allá de las personas mencionadas, se ve muy poca gente por la calle. En la calzada, aparece uno de los exponentes del escaso movimiento. Es un motociclista con su caja térmica que se dirige en dirección a Martínez, utilizando la única “mano” de Maure permitida. En un contexto netamente residencial, un letrero en una ventana ofrece apoyo escolar. La abundante sombra proyectada por árboles muy añosos, mitiga el calor en la antesala de un verano que ya se prepara para instalarse sobre el cemento porteño.
Siguiente cuadra… En la esquina de Maure y Conde, todavía quedan pozos y vallas dispuestas con motivo de las obras de Edenor. En el ítem “viviendas”, el panorama no presenta modificaciones, con casas muy coquetas y algún que otro edificio. En apariencia la zona es muy tranquila. De todos modos no está de más tomar precauciones. En función de ello, y de acuerdo a lo que se desprende de la lectura de ciertos carteles, los vecinos se encuentran protegidos por alarmas.
Una señora entra a su casa. En una ventana, muy quieto, se deja ver un gato blanco y negro. Un hombre duerme adentro de un auto estacionado, cuya ventanilla está baja. A metros de distancia hay un coche que se vende. Es marca Volvo, modelo 1995 y lo ofrece el titular, con los papeles al día. Aparece una moto y sube a la vereda, con la finalidad de estacionarse en la puerta de un edificio ubicado en cercanías de Freire. Se aprecia una escena, lamentablemente, repetitiva en Colegiales: un contenedor con cuantiosa basura desparramada a los costados.
Cruzamos Freire. Una única línea de colectivos, la 39 (Ramal 2), circula por Maure. Uno de sus clásicos vehículos de color marrón acaba de pasar, con destino a la terminal de Chacarita, distante a escasas cuadras. En la esquina, se yergue otro elemento muy común en la Ciudad actual. En este caso, es una casilla de vigilancia, abandonada, graffiteada y con un vidrio roto.
Los dueños de mascotas extraviadas han caminado por estos lares, hecho que queda en evidencia al divisar carteles referidos a la búsqueda de dos gatitos, Levi y Lucas. Tres pequeños niños junto a una mujer (¿su abuela?) ingresan a una vivienda enrejada. Segundos después del colectivo 39, a bordo de bicicletas de carrera y con indumentaria característica, serenamente, también un par de ciclistas transitan el pavimento de Maure.
FCHA TÉCNICA:
Maure nace en la Avenida del Libertador al 4600 (Palermo). Tras recorrer nueve cuadras, atraviesa la Avenida Cabildo, internándose en nuestro barrio. En Ciudad de la Paz se interrumpe su travesía por unos 200 metros, retomándola en Crámer, luego de las vías del Ferrocarril Mitre. En Álvarez Thomas deja atrás Colegiales, penetrando en Chacarita, donde finaliza su recorrido, al llegar a la Avenida Corrientes. Totaliza 24 cuadras, a lo que hay que descontarle los mencionados 200 metros.
EL MOTIVO DEL NOMBRE:
José Antonio Maure (1796-1872) fue un coronel que participó en numerosos combates de la campaña libertadora comandada por el General San Martín, en diversos puntos de su recorrido por el continente americano. Cucha Cucha, Membrillar, Cancha Rayada, Maipú, Mirabé, Zepita, Junín y Ayacucho fueron sólo algunos.
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