Barrio Mío

Pasaje General Paz, admirablemente misterioso

Es posible que en cualquier sitio destinado a divulgar lugares llamativos y/o turísticos de los barrios de Buenos Aires (libros, páginas webs, etc), en el espacio perteneciente a Colegiales, el pasaje General Paz aparezca con una mención. Sin embargo, también es probable que muchos de los vecinos cercanos a este pasaje (y hasta sus mismos habitantes), supongan que viven en Belgrano o Palermo. Eso es porque este sector del barrio -el que está ubicado entre las vías del Mitre y Cabildo- no está tan asociado culturalmente a Colegiales por más que los mapas oficiales indican que sí son parte de él.

La entrada por Ciudad de la Paz, calle que antes se llamaba General Paz y que le dio su nombre al pasaje..

Más allá de esta superflua cuestión, la idea de realizar una visita al interior del homogéneo grupo de viviendas construido en 1925, era algo que estaba en nuestra agenda desde hacía varios años. Cierta vez recibimos un mensaje en la redacción, de la persona encargada de realizar la fan-page del pasaje, quien nos ponía al tanto de la existencia del General Paz en la red social facebook. Cuando le respondimos haciéndole saber nuestro propósito de ingresar al edificio con el objetivo de hacer una nota, indicó que debíamos dirigirnos a la empresa que lo administra. Aceptamos la sugerencia aunque, quizás por no querer ajustarnos a un trámite burocrático que presumimos incómodo, nunca nos pusimos en contacto con dicha administración. No obstante, la idea de efectuar una visita nunca se evaporó.

Por entre las rejas, se logra apreciar parte de sus encantos.

Un sábado húmedo y frío de julio fuimos hacia él. Desde luego, si el fin era ingresar no escogimos el mejor momento. Pero el hecho de dirigirnos hacia allí sin una gestión previa y «ver qué pasaba» nos pareció que podía resultar atractivo. Fue así que apenas estuvimos en Ciudad de la Paz y Olleros, apostamos guardia desde la vereda de enfrente. El famoso pórtico se apreciaba con nitidez, a pesar de la noche brumosa. El movimiento en la zona era constante. De un lado del pasaje, pegado a él, un negocio de sushi tenía las luminarias a pleno. Del lado opuesto, un restaurante se preparaba para recibir a su clientela. Permanecimos expectantes durante unos cuantos minutos pero en cambio, del General Paz -que posee cuatro plantas y 57 departamentos- nadie entró ni salió. Resolvimos cruzar para observar su interior, aunque más no fuera, a través de las rejas. Descubrimos un bello panorama: su patio central de baldosas, el verde de su vegetación, el blanco de las paredes y el negro de los balcones de hierro eran un llamador difícil de resitir. Pero nunca se nos presentó la oportunidad de entablar conversación con alguno de sus habitantes. Por ende, descartamos la meta inicial y nos dirigimos al lado opuesto a la manzana, pues su simetría contempla también un acceso idéntico por la calle Zapata.

Sus porteros eléctricos (uno en cada lada de la manzana) indican que el complejo tiene cuatro plantas y 57 viviendas.

Para hacerlo hubo que sortear un complejo obstáculo: casi toda la cuadra está afectada por trabajos de Edenor. Por lo tanto esa vereda se compone de un ancho disponible para sólo un peatón, sitio muy difícil de transitar, pues además predomina el barro emergente de los pozos de las obras, tras varios días de lluvia.
En el acceso por Zapata se veía mayor tranquilidad. Casi no hay comercios y poca gente atraviesa la zona. Aquí, el modus-operandi fue similar. Desde enfrente, observamos el panorama y en este caso sí, después de unos minutos, un muchacho de unos 30 años con una capucha sobre la cabeza, salió del edificio. Claro, lo hizo tan rápidamente, que ya era inútil cruzar y explicarle nuestra intención periodística. Fue la última persona que salió (tampoco nadie entró) durante la breve guardia que practicamos de ese lado de la manzana.

Desde la calle Zapata se observa este señalador con la distribución de los departamentos.

La misión acababa de sufrir un previsible final. No así la ilusión de penetrar algún día en este exclusivo grupo de viviendas colectivas que nació como un símbolo del Buenos Aires de principios del siglo pasado, y que hoy sobrevive entre las torres que bajo su prepotencia, casi han sepultado a las antiguas construcciones porteñas.

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