Columnas

Miramar no es Colegiales

Ningún otro lugar del mundo es como Colegiales. Probablemente, así piensen muchos de los que nacimos en el barrio. Eso no significa que de vez en cuando, uno se aleje del terruño y procure volver con energías renovadas.
En ese sentido, Miramar fue el destino elegido para el «desenchufe» estival, versión 2020. ¿La ruta? Caminata hasta la estación Colegiales, tren a Retiro y, bolsos y valijas en mano, nueva recorrida de a pie hasta la Terminal de micros.
Unas siete horas más tarde, se producía el arribo a la ciudad costera y pocos minutos después un taxi nos dejaba en el lugar escogido, previamente alquilado en Buenos Aires. El reloj marcaba 117 pesos aunque el conductor redondeó el viaje en 130, por el uso del baúl.
De allí en más, los hechos se alinearon para arrojar un saldo más que positivo: temperaturas variables, alguna que otra lluvia, días de playa, otros más favorables para conocer distintos lugares… En síntesis, una lindas vacaciones, enmarcadas en ciertos aspectos que no escaparían a la mirada de todo observador de usos y costumbres ciudadanas. Por ejemplo, la ausencia total de semáforos a pesar de la importante afluencia vehicular y peatonal.
Y para comentar los hábitos de un sitio prácticamente desconocido, ¿qué mejor que alguien que vive en el pago? Un remisero, en este caso, se encargó de ofrecer un pantallazo, mechando, claro está, opiniones muy personales.
Dejó entrever una cierta rivalidad con los taxistas. Siempre según el remisero, a turistas desprevenidos, un viaje en taxi se los podrían cobrar hasta el doble de lo que cuesta. En el rubro gastronómico, la llegada de la temporada alta amerita abusos, como que en un restaurante de la ciudad, el precio de los ñoquis, por citar un plato tradicional, sea de 400 pesos.
Su disgusto quedó de manifiesto también en lo referente al tránsito, notablemente incrementado por la presencia de los veraneantes. Para explicar la diferencia entre los conductores locales y los foráneos, el remisero relató un incidente que protagonizó con un automovilista que no respetó las normas viales y que, pese a no tener la razón, lo insultó reiteradamente. La cuestión terminó con la intervención de los agentes de tránsito, que multaron al agresivo infractor, llevándose su coche la grúa.
Para sorpresa, el remisero informó que no era oriundo de esta localidad bonaerense sino que había vivido en el mismísimo barrio de Caballito. Concretó su mudanza hace 14 años, buscando la tranquilidad que dijo haber hallado, luego de trabajar 22 años arriba de un taxi porteño.
Nos despedimos del mar. Hora de volver al hogar. A desandar el camino inverso y a disfrutar del regreso, recurriendo -¿por qué no?- a la vieja muletilla que dice que «es lindo irse pero más lindo es volver». En casa no quedó nada, hay que hacer las compras. El sachet de leche se fue a cuarenta pesos… Pero ese es otro cantar. Ya estamos en Colegiales, ya estamos en casa. Y no es poco.

Pablo Wildau

Deja un comentario