Columnas

El verano que pasamos

Y se va el verano 2018… Un verano que no ha sido sencillo para quienes hacemos Colegiales Info. Mi padre, aquel que fuertemente ha puesto el hombro por este medio periodístico, realizando diversos tipos de tareas, atravesó por un delicado trance de salud. El 20 de enero sufrió un infarto. Le colocaron dos stents y menos de 72 horas después, reposaba en su hogar. Dicho así, de modo tan sintético, suena fácil. Desde luego, no lo fue tanto… A través de ese corto lapso se sucedieron corridas, nervios, miedo… Y esa sensación de desprotección e inseguridad, emanada a partir de su crítico estado y de la estructura del PAMI, en la que a priori, quizás por prejuicios, quizás por hechos concretos, uno se resiste a confiar.
Sin embargo, dos meses más tarde tengo la dicha de afirmar que la atención ha sido impecable, y que gracias a Dios todo salió bien. Digo «gracias a Dios» y no es una frase hecha: a cada instante el Señor estuvo con nosotros. Puso en nuestro camino al personal administrativo mejor predispuesto. ¿Y qué decir de los médicos? Fue atendido por unos cuantos, desde su arribo al Instituto Lanari de Parque Chas, hasta que lo operaron en una clínica de Ciudad Evita, pasando por los que se encargaron del traslado en ambulancia. No existe queja alguna para con su desempeño. Todo lo contrario.
Recuerdo el peor momento: 5 de la mañana de aquel sábado de calor pegajoso. Mi papá vomitando en el baño del Lanari, a punto de ser atendido en la guardia por su fuerte dolor en el pecho. «Pedile ayuda a Jesús», me atreví a susurrarle. Él estaba asustado. Yo, tanto o más…
Una hora más tarde se confirmaba que se trataba de un infarto y que debía ser intervenido en una clínica de mayor complejidad. La incertidumbre se agudizó: según informó una empleada, PAMI no tenía camas disponibles. Había que aguardar a que en algún centro de salud especializado, se hiciera un lugar. La espera se volvió interminable. Papá quedó internado en terapia intensiva. Recién al mediodía pude verlo, al tiempo que nos daban la novedad: «Lo van a trasladar al Sanatorio Privada Salud». Cuando me dijeron que quedaba en Ciudad Evita sentí una especie de mazazo en la mandíbula. Acaso por prejuicios, acaso por transtornos de ansiedad, no pude evitar asociar Gran Buenos Aires con términos como inseguridad, negligencia, incapacidad, mala praxis…
En el Lanari lo estabilizaron y en la ambulancia pude volver a charlar con él. Dijo que si bien no se consideraba creyente, a su manera, había orado, solicitando la ayuda de Cristo Jesús. Tres horas después, lo llevaban al quirófano.
Su intervención demoró más de lo habitual. En la sala de espera, mi ansiedad me condujo a caminar de un lado a otro sin cesar, durante más de una hora. Y recé. Como a lo largo de todo ese día y como cada día de mi vida.
Casi a las 6 de la tarde, el médico me daba la buena noticia: «Salió todo bien, pero no le pusimos un stent sino dos. Le coloqué el primero y ya me estaba por ir, cuando le empezó a doler el pecho otra vez. Esa arteria estaba tapada en un 99 por ciento. Ahí le pusimos el segundo stent». Me dio a entender que si el dolor no surgía justo en ese instante, tal vez hubiera sido demasiado tarde. Comprendí nuevamente que la mano de Dios había estado presente, que las oraciones habían sido respondidas.
Dos días después le firmaban el alta. Empezaba otro capítulo: el de la recuperación. Cuidados extremos en las comidas y reposo casi absoluto durante los primeros días. Misión complicada para una persona acostumbrada a ingerir sal en abundancia y a salir continuamente a la calle. Asimismo, la agenda familiar se cargaba de visitas a sedes del PAMI, fatigosos trámites burocráticos e intentos denodados para pedir turnos con cardiólogos y demás médicos.
Nada simple, máxime para los que no están habituados a adentrarse en esos terrenos. Sin embargo, a cada paso el Señor nos guió, ayudándonos, protegiéndonos y fortaleciéndonos ante pruebas a priori muy difíciles, pero mucho más llevaderas de atravesar gracias a Su acompañamiento.
Como la Biblia dice en el Salmo 27: «Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado».

Pablo Wildau
Director de Colegiales Info

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