Poco más de cinco años atrás, nos había concedido una entrevista en su carácter de dueño del Carrousell Colegiales. En aquel entonces el Gobierno apuraba las obras para la inauguración del Viaducto de Federico Lacroze, que finalmente se produciría seis meses más tarde: en octubre de 2013. La antigua calesita de la estación había quedado «atrapada» en medio de los trabajos que se intensificaban sobre la avenida. Gustavo desmentía los rumores de mudanza, soportaba la incomodidad que generaba esa situación y esperaba que culminaran las obras para volver a trabajar normalmente. Cinco años después, en esta nueva visita, confirmó las sospechas:
-Desde que se inauguró el túnel es una cosa, antes era otra. El trabajo disminuyó mucho, tanto para mí como para los demás comerciantes de esta zona. La gente es reacia a cruzar por el túnel. Querían un cruce por arriba, no uno cerrado como éste. Inclusive los coches ya no tienen permitido estacionar en Lacroze ni siquiera fines de semana o feriados. Antes sí se podía, y eso ayudaba a que viniera más público. Estará todo más moderno, más iluminado, más progreso, todo lo que vos quieras. Pero en general, el barrio está disconforme con el túnel.
-¿De qué porcentaje es la merma?
-Y… Bajó un cincuenta por ciento. Ya sea de lunes a viernes como fines de semana. El trabajo viene muy irregular. A esta situación hay que sumarle la crisis económica. Con la plata que no alcanza, es todo un combo. La gente cuida la moneda para llegar a fin de mes.
Son las 4 de la tarde de un viernes. El predio está abierto y suena la música infantil pero aún no hay chicos. Por eso Gustavo tiene tiempo para charlar. En la casilla donde se adquieren los boletos, se lee que cada vuelta cuesta 15 pesos. Una promoción indica que con 100 pesos se pueden sacar ocho vueltas. Los mismos precios y promociones valen para los juegos que rodean la calesita. «A los juegos electrónicos van menos. Por ahí los chicos se asustan… Es otro público», explica Gustavo.
-¿Cuál es la situación con los aumentos?
-Yo trato de no aumentar. En vacaciones invierno tendría que hacerlo pero voy a mantener el mismo precio, porque sé cómo cuesta juntar el pesito para sacar uno o dos boletos para el chico. No voy a aumentar. Al menos de acá a fin de año, veremos lo que pasa con el país.
-Hace poco se instaló otra calesita en Plaza Mafalda. ¿Influye en algo?
-Sí….Perjudicó porque el radio es demasiado corto. La gente, ocho o diez cuadras, camina. Entonces se reparte el trabajo.
-¿Considerás que éste es el peor momento de la calesita?
-Esto existe hace 60 años y tuvo otros dueños. Yo me hice cargo hace unos 15 años y no viví la crisis de 2001 en Colegiales, pero en ese momento tenía otra calesita en el barrio San José de Temperley, y el laburo no había bajado tanto como ahora. Aclaro que soy apolítico. No estoy para un lado ni para el otro. Sólo hablo de mi caja laboral.
-¿Qué pasó con aquella calesita?
-Estuve ocho años. Me fui porque vendieron el terreno. Ahora aparte de este lugar, tengo la calesita de La Pampa y Figueroa Alcorta, que funciona los fines de semana. La compré para llegar a fin de mes, porque ya se veía la movida que iba a haber acá.
-¿Que dicen en los comercios vecinos?
-La librería, la casa de música, nosotros… Quedamos en el rincón. En el fondo. Los locales de enfrente han cerrado. Se fueron y no abrieron más. Está más solitaria esta parte. Está todo a la vista. El maxikiosco de enfrente estuvo más de 20 años con el mismo matrimonio. Al lado había una pollería que también trabajaba bien. Pero no daban los números.
-¿Estás al tanto de que se proyectaron cambios para el playón del Mitre?
-Sé que acá enfrente, supuestamente, harán espacios verdes, edificios, locales, estacionamientos… El mes pasado pregunté en la administración de Ferrocarril y me dijeron que no estaban notificados de nada. Si ponen una plaza el negocio va a mejorar. O por ahí me puedo pasar enfrente. Entonces ahí sí, es otra cosa, porque los chicos tendrían un complemento: los juegos y la calesita.
-¿Tuviste problemas de inseguridad?
-No, estoy tranquilo gracias a Dios. Durante las 24 horas están los muchachos que vigilan en la garita de la estación. Conmigo no se metió nadie ni yo tampoco me meto con nadie.
Una abuela y su pequeño nieto se acercan a comprar un boleto. Gustavo se prepara para atenderlos y comprendemos que es hora de terminar el reportaje. El nene sube a la calesita, acaso con la emoción de ser su único habitante.
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