Cuenta una leyenda apócrifa de la humorista uruguaya Gabriela Acher que Eva nunca volvió a ser feliz desde la expulsión del Paraíso y para peor, casi enseguida nació Caín. Eva era una madre primeriza, más primeriza que ninguna porque ni siquiera tenía una madre para que la aconsejara. Además estaba alejada de Dios y su marido no era lo que se diría un padre ejemplar. Así que Caín, como otros primogénitos resultó de padres inexpertos como una especie de ensayo.
Un día, estaba paseando cerca del Paraíso con Caín de 5 años y su otro hijo Abel de un año. Una vecina que pasaba se detuvo frente a Caincito y el niño le sonrió:
-¡Qué niño tan divino! – comentó la vecina.
-¡Usted porque no vio al hermano!- le contestó rápidamente Eva, mientras hacía a un lado a Caín, y le mostraba orgullosa a su bebé.
-La vecina se inclinó entonces sobre el cochecito de Abelito y, encantada con el bebé, se puso hacerle con gestos un avioncito que él imitaba entre risas.
Entonces Caincito, que observaba mudo la escena hasta ese momento, le tiró de la pollera a la vecina para llamar la atención y también se puso a hacer el avioncito moviendo los deditos sobre su boca.
-Prrrrrr – hacía Caincito.
Pero Eva lo apartó nuevamente hacia atrás, mientras le decía: ¡Vos no, que no tenés gracia! El resto, según Acher, lo cuenta el texto bíblico.
Nuestra historia y nuestros vínculos
Diferentes corrientes que estudian las relaciones humanas nos han enseñado que nuestras relaciones interpersonales no son independientes de nuestra propia historia de vida.
La infancia es la etapa de la vida en la cual se empieza a vivir y conocer el mundo en un contexto de máxima dependencia y vulnerabilidad. Las figuras con las que el niño se apega -padres principalmente, abuelos, cuidadores, maestros- tienen la función de atender las necesidades del niño y darle un sentido a lo que le rodea. Así se va creando una visión del mundo, de los otros y de él mismo. No solo importan los cuidados sino también el amor y la contención emocional que este niño recibe.
Se suele decir que los chicos son como esponjas y está demostrado que muchos de los comportamientos de un adulto están influidos por las experiencias vividas durante la niñez. Los niños cuando son pequeños no tienen la capacidad de reconocerse a sí mismos, de modo que su personalidad se conformará de acuerdo según se vean reflejados en las actitudes de los mayores. Por lo tanto, si son demasiado castigados, criticados, desvalorizados, es probable que en el futuro se sientan inseguros, desconfiados, tímidos, con la posibilidad que desarrollen una actitud hostil, con baja autoestima, una devaluada imagen corporal y estén demasiado pendientes de la opinión que otros puedan tener sobre su persona.
Con el tiempo suelen buscar aquello que se aprendió perpetuando vínculos que en el origen fueron perturbadores del desarrollo de su personalidad. Esto no significa que la infancia condene para siempre a la persona, pero sí que para bien o para mal, condiciona su futuro y será necesario revisarla.
Caín y Abel: ese relato bíblico
La historia de Caín y Abel es muy conocida, incluso fuera de las iglesias cristianas. La literatura universal está llena de referencias a este primer fraticidio. Caín quiere eliminar el objeto de su envidia, aquello que él considera el centro de su rivalidad. Una vez eliminado y ocultado el cuerpo de su hermano, se acabó el tema de preocupación. Pero Dios vela y se preocupa por la situación de sus hijos, cualquiera sea la situación interpersonal en la que están comprometidos. Ahí surge, entonces, la pregunta que apela a la conciencia de Caín: ¿Dónde está tu hermano?
Aun en situaciones como esa, está vigente la pregunta de Dios por nuestro hermano, que se formula en el texto bíblico y en el día de hoy. La historia de Caín y Abel se repite de algún modo cuando participamos en situaciones que promueven la indiferencia, la negación de nuestro prójimo o su propia muerte. También en los sistemas económicos que imperan se encuentra este énfasis individualista.
La pregunta por el hermano suele ser molesta. El que quiere buscar su propio desarrollo, el que tiene como bien supremo su propio placer, no quiere ser perturbado por preguntas fastidiosas sobre el otro, o acerca de lo que no hace. Caín pregunta cínicamente «¿Acaso es mi obligación cuidar de él?». El otro, aun mi hermano, puede ser un obstáculo para mi éxito, una limitación para mi desarrollo personal.
Se trata de una forma sutil de matar: apartar como un objeto innecesario al otro que requiere nuestra atención. En realidad, la indiferencia hacia el prójimo es sinónimo de muerte, muerte del prójimo en nuestra conciencia y muerte de algo muy importante en nuestra vida personal: el sentimiento de pertenencia a la gran familia de Dios.
El Dios que nos pregunta por nuestro hermano es el mismo que nos invita a formar parte de Su familia, aquel que quiere construir Su pueblo, un pueblo de hermanos. Nosotros somos restablecidos a la familia del Dios cuando damos lugar a la solidaridad. Somos invitados por el Dios que, en lugar de matar y eludir a su hermano, dio su vida por muchos. La cruz permite pasar de la huída al encuentro, de la mentira a la verdad, del egoísmo al esfuerzo generoso, de la soledad a la familia de Dios.
A veces creemos que lo que le falta a nuestro prójimo es una maldición independiente totalmente de nuestra responsabilidad. Pero lo que somos y tenemos si no lo acompañamos con solidaridad, limita aquello que pueda llamarse bendición. Lo que gozamos de la vida debe darse en el contexto del vínculo con nuestro hermano por quien el Señor pregunta. Cada vez que me encierro en mi felicidad y descarto la solidaridad con mi prójimo llegará el clamor del otro a los oídos de Dios. Pero este Dios no es el Dios de la venganza sino el que promueve la responsabilidad, la nueva oportunidad y la protección para que nadie mate a Caín.
(*) Hugo N. Santos fue pastor de la Iglesia El Buen Pastor, de Federico Lacroze esq. Zapiola.
ACTIVIDADES REGULARES
* Culto de adoración – Santa Cena: domingos, 10.30 hs
* Estudio Bíblico: 2º y 4º sábado de cada mes, 17 hs
* Templo Abierto: Martes 16 a 18 y Miércoles de 17 a 19 hs. Federico Lacroze 2985 (esquina Zapiola).
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