Centro Montañés Deportes

Jueves a pura actividad

Para palpar lo que es el mundo deportivo del Centro Montañés, una cita ideal podría ser la de un jueves cerca de las 7 de la tarde. Sabido es que el club de la colectividad cantábrica es conocido por la jeraquía de su restaurante y muy fértil en el aspecto cultural, pero en los últimos tiempos el deporte ha ganado espacio y las actividades sumaron público de diversas edades.


En el día y el horario mencionados, las instalaciones de la avenida Jorge Newbery lucen, literalmente, copadas. En la parte del buffet adyacente a la barra, los adeptos a la post-merienda acaparan las mesas dispuestas en forma de L. En buena parte, la clientela corresponde a padres que aguardan que sus hijos culminen sus clases deportivas. Habrá que caminar sólo unos metros más para trasponer la puerta que comunica con el sector exterior, para darse cuenta del bullicio que reina al aire libre. A la derecha, las fanáticas del patín se convierten en dueñas absolutas de la pista de baldosones grises. Unas veinte chicas de 11 años promedio van y vienen de una punta a la otra, empoderadas sobre sus ruedas. El grupo es sólo uno de los tantos que coordina la profesora Verónica Navalles, pues el número de patinadoras se multiplica a lo largo de más días y horarios.


Si se gira la mirada hacia la izquierda, el fútbol es el que predomina. Dirigida por Julián Rodríguez Burgos, la escuelita que funciona desde 2014, es cada vez más importante en cantidad de chicos, cuya edad -dependiendo del día de la semana- oscila entre los 5 y los 13 años. Desde el año pasado, el antiguo patio de cemento le cedió la posta al césped sintético, por lo que una verdadera alfombra verde es hoy anfitriona de las gambetas e ilusiones de los pibes. Los papis, entretanto, disfrutan de verlos jugar detrás del alambrado.


A sus espaldas hay otro mundo: el de la pelota a paleta, el cual constituye el deporte tradicional de la colectividad. En la cancha cubierta, cuatro jugadores de aproximadamente 60 años, se sacan chispas en lo que, desde afuera, se nota que es un áspero partido. Pese a su carácter de amistoso, los pelotaris no escatiman ni una gota de sudor en haras del esfuerzo que les dé el triunfo ante sus amigos/adversarios.


A medida que el tiempo transcurre y la efervescencia baja su nivel, el bullicio generado por niños y adultos da lugar a la calma. Los deportistas se despiden de sus compañeros y las canchas quedan desiertas. En el interior del club, lentamente empieza otro ritual, donde es la cena la que convocará a un público predispuesto a otro tipo de disfrute. Pero claro, esa será otra historia…

1 comentario

Deja un comentario