«ESTE ES EL MEJOR RUBRO EN EL QUE ME TOCÓ ESTAR»

Víctor Szeinbein, de Compañía de Juguetes (Elcano y Conde).

En julio de 2012, Colegiales fue testigo de cómo en Elcano y Conde, se establecía Compañía de Juguetes. Casi cinco años más tarde, los chicos (y no tan chicos) de este y otros barrios continúan disfrutando de la presencia de la prestigiosa jueguetería, cuya franquicia es manejada por Víctor Szeinbein y Julián Lescovich.

Con el primero de ellos, mantuvimos una charla a través de la cual relató diversos aspectos concernientes al singular emprendimiento, tan afín a la hermosa misión de ver dibujada la sonrisa en el rostro de un niño. «Yo soy comerciante de toda la vida. Primero, comerciante, después, hincha de River-, aclara-. Pero nunca experimenté tantas satisfacciones como el hecho de estar al frente de una juguetería», confirma, quien con apenas 37 años, acumula una larga trayectoria comercial, principalmente, en el mundo de la indumentaria y el calzado. Sin embargo, llegó el día en que dejó todo para desempeñarse exclusivamente en Compañía de Juguetes. Nuestro entrevistado resume su pensamiento a través de estas frases:

«Cuando nos lo ofrecieron, por más que era un riesgo, al tratarse de un local enorme, con Julián no dudamos. Y gracias a Dios, esto arrancó con un ángel, por lo que decidí dejar otro trabajo que tenía en forma paralela, y dedicarme full time. Hace dos años, también abrimos la otra franquicia en Olazábal y Barzana».
«Es un momento complicado del país. Y encima, para casi todo comerciante, enero-febrero es mala palabra. Nosotros estamos en las mismas condiciones. De todos modos el nivel de trabajo no disminuyó con relación a temporadas anteriores. La merma, fue la normal para la época del año».

«Otro tema complejo es el de los aumentos. Si todas las cosas aumentaron, nosotros también lo sufrimos. Lo que más bronca me dio es que alguno se zarpó y subió cuando no tenía motivos para hacerlo. Lamentablemente, eso se traslada al precio final. Igual, intentamos que la gente no lo padezca tanto y creo que ya tenemos una clientela que valora el esfuerzo».
«Lo mejor, es cuando escuchás que alguien habla por teléfono y dice: ‘Estoy acá, en la juguetería’. No dice en la de Elcano y Conde, sino en ‘la’ juguetería. Esa, es la confirmación de que algo bueno hicimos».
«La restricción a las importaciones también la sufrimos porque la mayor parte de nuestros productos son de afuera. Hay de los nacionales, aunque debemos aceptar que por ahora, la brecha es grande. La calidad de los importados sigue siendo superior».
Mientras conversamos en una mesa del centro del local, Víctor no se desentiende de lo que sucede a su alrededor. Así, dialoga en forma permamente con sus empleados José Luis (lo llama Pepe) y Luis Miguel (falta Nacho, de vacaciones). Le da un sorbo a su café -muy atentamente, nos ofrece a nosotros- y sigue respondiendo nuestras inquietudes. Lo ponemos en un aprieto con algunas: «¿Qué cuántas cosas hay acá? Uy, no sé, dejame ver». Va a la computadora y luego de unos minutos, sale el resultados: 2.500 productos (no unidades, que son muchísimas más). Lo consultamos por el más costoso: «Un auto de fibra de vidrio con luces de led que se maneja desde adentro y afuera, a control remoto. Cuesta 12 mil pesos».
Sin embargo, da la impresión que el que más lo deslumbra es un robot Arturito de 8,5 mil. «No sabés las cosas que hace…», se entusiasma. También muestra un dinosaurio gigante, una de las «estrellas» del local.

El negocio, en realidad, es una doble franquicia, ya que Compañía de Juguetes convive con Giro Didáctico, que en el local tiene su propio sector.
El colorido, que existe en cada rincón no deja de llamar la atención: «La verdad que está muy lindo, pero no es sólo imagen. Todo está respaldado por mucho laburo. Además se formó un muy buen grupo de trabajo», se enorgullece Víctor, que sobre el cierre de la nota, ya no tiene dudas: «Yo habré hecho un montón de cosas, pero este es el mejor rubro en el que me tocó estar: al darle un juguete a un chico, vos le estás dando alegría. Y eso no es joda».