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Carlos Aprigliano: su fallecimiento

Un mediodía de octubre, como tantas otras veces, ingresé al Club Deportivo y Social Colegiales. Una charla de algunos minutos con Juan, el concesionario del buffet, desembocó en la pregunta acostumbrada: “¿Sabés algo de Carlos?”. Cuando alguien está muy enfermo y uno consulta por su estado de salud después de un tiempo prudencial, sabe que se expone a recibir esa respuesta que nunca quisiera escuchar. En este caso, fue Juan quien me confirmó que, efectivamente, había fallecido hacía ya varios días.

Durante muchos años, Carlos Aprigliano se desempeñó como profesor de artes marciales en la institución de la calle Teodoro García. Tenía al taekwondo como su especialidad, pero no era lo único que enseñaba. Por aproximadamente dos años, arrastró una enfermedad que finalmente, le dijo basta.

Lo conocí a principios de 2013. La revista La Voz de Colegiales recién daba sus primeros pasos. Él, en cambio, ya llevaba al menos una década trabajando en el club. Nos presentó el dirigente Alberto Feder, en ese mismo buffet en el que nos cruzaríamos en tantas ocasiones a partir de aquella mañana. Carlos se mostró interesado por difundir sus actividades en las páginas de nuestro periódico mensual, y en ese mismo momento, acordamos la publicación de un aviso. El espacio en blanco y negro tenía un escudo del club y su encabezamiento era: “Centro Integral de Artes Marciales & Gym”. Entre otras cosas (horarios, teléfono, etc) también decía: “Master Carlos Aprigliano. VII Dan Internacional. Director de E.U.T. (Escuela Unión Taekwondista). Juez y Árbitro Internacional”.

Con el transcurso de los meses y los años, su publicidad entró y salió de la revista. Sin embargo, seguí viendo a Carlos muy seguido. Él estaba gran parte de la semana en el club y era usual encontrarlo allí, incluso, al pasar por la puerta, ya que solía consumir un refrigerio sentado a una mesa de la vereda. En ese lugar, descansaba en los ratos libres, conversaba amigablemente con la gente de Colegiales y hablaba por teléfono. Su voz calma y casi susurrante, era inconfundible.

De vez en cuando, lo cruzaba en la Plaza Garicoits, pues algunos años atrás, Carlos acompañaba a una señora en sus caminatas por alrededor del espacio verde de Álvarez Thomas y Virrey Arredondo, como una suerte de personal-trainer.

En 2020 se instaló la pandemia. El club cerró. Por ende, el profe también suspendió sus clases. Varios meses más tarde, sobre el epílogo de ese año tan particular, se flexibilizó el aislamiento y se reanudó la actividad en el primer piso del predio de Teodoro García. Carlos volvió, aunque pronto, se vio obligado a parar a razón de los problemas de salud que debió afrontar. A pesar de que ya no iba con frecuencia, por intermedio de gente de su mayor confianza, seguía encargándose de las actividades acostumbradas, que en el post-pandemia lograron retomar la continuidad.

Mientras tanto, de manera esporádica, se lo veía regresar, aunque más no fuera para saludar y charlar con los antiguos conocidos de la señera entidad barrial. En esos encuentros, contaba acerca de sus tratamientos médicos y demás dificultades que anhelaba superar, a pesar de que las cosas no eran para nada fáciles porque su salud iba deteriorándose en forma progresiva.

El desenlace, finalmente, llegó. Hoy, queda el grato recuerdo que ha dejado en el barrio. Desde estas líneas, sentidas condolencias a sus familiares y seres queridos.

Pablo Wildau

 

Pablo Wildau

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