Barrio Mío

Filmado en Colegiales

Una película filmada en 2017 y estrenada en 2017 llegó el mes pasado a la pantalla chica, a través del canal INCAA TV. Su nombre es Vapor, su director y guionista Mariano Goldgrob, y sus actores principales -los únicos, prácticamente-, Julia Martínez Rubio y Julián Calviño.


El argumento es sencillo: un hombre y una mujer de unos 30 años, se encuentran casualmente una noche veraniega, en la puerta de un velatorio. Son viejos conocidos: ex amantes. Emprenden entonces una recorrida por calles y bares de Buenos Aires, con el objetivo de ponerse al día. Hablan, recuerdan y sobre todo, caminan y fuman… Un cigarrillo detrás de otro.
Estas películas que podrían resultar tediosas, suelen tener gran aceptación entre los críticos cinematográficos, que destacan aspectos ocultos para la corta visión del espectador promedio. Es, precisamente, el caso de Vapor, un filme donde no hay mayor acción que la de esta pareja y su charla de a pie por una Buenos Aires nocturna y calurosa.
No obstante, el vecino de Colegiales puede toparse con un cimbronazo de satisfacción, cuando de pronto observa escenas filmadas en el barrio. A unos quince minutos del comienzo, nada lo hace presagiar, pues los actores, circulan por Caballito, Flores o Floresta (lo pone de manifiesto un cartel de la calle Felipe Vallese). Pero súbitamente, en la escena siguiente, aparecen cruzando el viaducto de Federico Lacroze (foto principal). Una vez que emergen del túnel en dirección a Moldes, en la rotonda lindante con la calesita, los sorprende un pequeño show de fuegos artificiales, lo que da a entender la proximidad de las fiestas de fin de año. Segundos más tarde, siguen su caminata. Tras un breve trayecto por la oscura Crámer -nuevamente, del lado opuesto de la estación- aparecen en Céspedes. Pasos después, doblan por Zapiola y en el primer edificio -uno con dos columnas a los costados de la entrada- se encuentran con un vecino que llena baldes desde la canilla de la calle. Sin pensarlo demasiado, le piden agua y ante la respuesta positiva, beben de la misma manguera. El calor es agobiante…


La escena posterior ya no es en Colegiales, por más que según el argumento, transcurre con diferencia de minutos. El guión los deposita en otros barrios, donde siguen recordando y quizás, lamentándose por aquella relación que en su tiempo no prosperó. Va quedando claro al ritmo de la charla y de los cigarrillos que consumen generosamente, que no habían sido novios ni marido y mujer, sino amantes. Una situación de pareja tan «normal» hoy en día que, parece, ya nadie se escandaliza. Está tan naturalizada que la sociedad la acepta tranquilamente, al igual que tantas cosas «normales» que ni los medios de comunicación se encargan de repudiar sino que, por el contrario, los promueven en abundancia.
Pero sin que el objetivo sea apartarnos demasiado de Vapor, digamos que transcurrida algo más de una hora, llega el desenlace. Amanece en la ciudad y los caminos de los protagonistas vuelven a bifurcarse en el acceso a un cementerio. La chica ingresa. Allí será sepultado su padre.

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