Gente de Cole

Dos hermanas y un sueño hecho realidad: Catalino

A mediados de la década pasada, las hermanas Raquel y Mariana Tejerina inauguraron Catalino, en Maure entre Freire y Conde. En el barrio, fue uno de los primeros restaurantes a puertas cerradas. Es decir, que no estaba  armado en base a la modalidad “a la calle” sino que se hallaba ambientado dentro de una vivienda particular.

Las cosas cambiaron. El nuevo reglamento para el rubro gastronómico que rige en la Ciudad de Buenos Aires, permite que la vereda sea un espacio bien aprovechado por Catalino, que más allá de su sistema original, hoy también atiende a su clientela en el exterior. Por lo tanto, ya no resulta extraño pasar y ver a la gente sentada afuera, disfrutando de sus respectivos platos. Sin embargo, las hermanas han conservado la esencia del lugar, donde se pone especial énfasis en la tranquilidad de reunirse al resguardo de los ruidos de la calle, que es lo que muchos vecinos de este y otros barrios continúan eligiendo.

Pero la innovación no tiene que ver sólo con este aspecto. Además, es importante destacar que todo lo que se sirve en Catalino –ya sea comida o bebida- es agroecólógico y adquirido exclusivamente a productores argentinos.

“Esta es una idea que teníamos desde hace mucho tiempo. Y si bien nosotros somos de Hurlingham, en el Oeste del Gran Buenos Aires, las cosas se fueron dando para hacerlo en Colegiales”, cuenta Raquel. “Soy amiga de Hernán Méndez, el dueño de PIAF (N. de la R: Proveeduría, Integral de Alimentos Frescos, de Dorrego y Niceto Vega). Él vivía acá enfrente y sabía que a esta casa querían alquilarla. ‘Esto es ideal para lo que quieren poner ustedes’, me decía. Nos gustó la propuesta y aceptamos. Después de un proceso en el cual compartíamos las instalaciones con el dueño, llegó el día en que quedamos a cargo de la propiedad y pudimos empezar a desarrollar el proyecto con mayor excelencia”, agrega Raquel.

Con su hermana –que es la chef del restaurante- se asociaron en el emprendimiento, denominado de este modo con un sustento familiar. “Mi mamá se llamaba Catalina. Mi papá, Félix, cariñosamente le decía Catalino, por la voz de mando que ella solía tener en la casa. Mamá falleció cuando nosotras éramos muy chicas. Papá murió hace unos años pero él sí llegó a conocer el restaurante”, cuenta Raquel, emocionada, antes de recordar cómo fueron aquellos primeros tiempos.

“Empezamos muy despacito y de a poco experimentamos un crecimiento. Las cosas aún seguimos haciéndolas a pulmón, pero al principio, cuando teníamos sólo cuatro mesas, el esfuerzo era mayor. Era raro, también, porque la gente no sabía que apuntábamos a lo agroecológico y nacional. Ha habido personas, por ejemplo, que pedían una Coca Cola. Como les comentábamos que no la trabajábamos, se iban. Eso hoy casi no pasa, hay una mayoría que ya está al tanto y sabe lo que viene a buscar…”

Las Tejerina son estrictas al poner en práctica los objetivos gastronómicos que perseguían en los inicios. Son conscientes, además, de que los golpes al bolsillo que vienen padeciendo los argentinos, también repercuten en su rubro. “Es evidente que la gente se está cuidando en todos los frentes y este no es la excepción. De nuestra parte seguimos tratando de ofrecer la mejor calidad y a un precio acorde”, señala. Y ofrece un ejemplo concreto: “Si me preguntan hoy por hoy, el costo por persona podría andar en unos 20 mil pesos promedio, aunque por ejemplo, un plato de curry tiene un valor de 6 mil. O sea que es posible comer muy bien por un precio bastante menor al promedio”.

Foto: Raquel y Mariana Tejerina.

Deja un comentario