Gente de Cole

Tres décadas en Zabala entre Crámer y Conesa

En 1984, Joaquín Bersani (foto) llegó a la Argentina junto a sus padres y hermanos. Tenía 8 años. Había nacido en Montevideo, Uruguay. Apenas arribados al país, los Bersani vivieron en la ciudad de Santa Fe. Poco después, se radicaron en la Capital Federal, donde irían pasando por varios domicilios: Palermo, Villa Crespo, Almagro… Ya casado con Mónica, la pareja vivía en Caballito… Hasta que en 1994, adquirieron una vivienda en Zabala entre Crámer y Conesa. La casa estaba muy venida abajo, por lo que hubo que reconstruirla de a poco y tardaron varios años en mudarse. Cuando finalmente lo hicieron, acompañaron la iniciativa habitacional con una pequeña apuesta comercial: con el correr de los años, aquel tímido emprendimiento se transformó en el restobar Alexander, que desde hace prácticamente tres décadas, es un referente gastronómico en la cuadra.

“Al principio mi esposa y yo trabajábamos en relación de dependencia y le alquilábamos este local a otra gente. Eso nos traía bastantes problemas. En el 2000 decidimos ponernos nosotros mismos al frente. Yo renuncié a mi empleo, luego lo hizo ella, nos metimos de lleno en esto y acá estamos”, recuerda Joaquín.

La decisión laboral llegó de la mano del nombre que escogieron para el restobar, que pasó a llamarse Alexander, por el Instituto Alexander Fleming, un importante centro de medicina privada que, con acceso al público en Zabala y Crámer, ha ido extendiéndose a través de gran parte de la manzana. El negocio también fue progresando, casi que podría decirse, al compás de la expansión del IAF. Su dueño no lo niega, todo lo contrario. “Existe una identificación con el Fleming, que es muy importante, aunque entiendo que más allá de cómo se llame, el restobar tiene vuelo propio. De todos modos, es cierto que recibimos mucha gente gracias al Instituto, ya sea los pacientes y sus acompañantes, como las personas que trabajan ahí”, cuenta Joaquín, y añade un ejemplo elocuente: “En la pandemia la clientela tradicional, obviamente, desapareció. Si logramos subsistir ha sido gracias a la gente que aportó el Fleming”.

La “prehistoria” de Alexander. En 1996, el negocio se llamaba Bar’baros y aún no lo manejaban Joaquín y su esposa Mónica (mapa.buenosaires.gob.ar).

El entrevistado admite que vivir y trabajar en el mismo sitio le cambió la vida: “Es una ventaja enorme no tener que viajar. Ganás en muchas cosas, sobre todo en descanso. Además esto tiene el beneficio extra de no tener que cocinar. Nosotros vivimos al lado y la cocina de casa apenas si la usamos, comemos la del negocio”.

Pese a que esta frase pudiera dar a entender lo contrario, Joaquín confiesa que le atrae mucho lo culinario. “Tener un trabajo vinculado a tus gustos personales lo considero muy valioso, y a mí la cocina, al igual que la construcción, me apasiona”, señala. Y acota que si bien otorga grandes beneficios el hecho de vivir junto al local, también se nota alguna desventaja: “La contra pasa por las dificultades para desenchufarte. Uno baja la persiana al final del día, pero físicamente, sigue estando en el mismo sitio”.

Hace unos meses, aprovechando un fin de semana largo, Alexander cerró unos días por refacciones. “Cambiamos algunas cosas, hicimos un lavado de cara. Viene bien renovarse, no dejarse estancar. Desde que empezamos acá, esta fue la tercera reforma. A partir de los comienzos, el negocio se triplicó en volumen. Nuestro inicio fue a través una ventanita por la cual se vendían sandwiches y bebidas. La verdad que, comparado con aquellos tiempos, hemos crecido…”, concluye Joaquín.

 

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