Gente de Cole

De una Europa en llamas al querido Colegiales (II)

Para leer la nota anterior: 

De una Europa en llamas, al querido Colegiales

En el fondo de la vieja residencia tipo PH de Palpa 3080, vivía un matrimonio de origen letón, con dos hijos ya grandes, de apellido Güttelsohn. La señora, cuyo nombre era Fanny, forjó una gran amistad con mi madre, amistad que duró toda la vida. Fanny había nacido en Letonia, y también dejó su tierra, escapando de la Segunda Guerra Mundial. La buena relación se vio favorecida por ese hecho en común y porque el idioma las acercó. Mis padres hablaban un alemán muy similar el dialecto que tenían ellos. Letonia era un país europeo independiente pero fue invadido por los nazis en 1940 y anexado a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas sobre el final de la Guerra. En 1991, luego de la caída del Muro de Berlín, recuperó su independencia.

En la vivienda de adelante del PH, recuerdo, vivía una familia con un hijo mayor que yo. Se llamaba Miguel, y me enseñó un juego que se convirtió en mi entretenimiento favorito. Con el tiempo lo aprendieron mi sobrino Pablo y mi hijo Eduardo. Consistía en formar dos equipos de fútbol, con once figuritas de cartón cada uno, un botón como pelota y cuatro postes de madera como arcos, siendo el piso de madera de una habitación, el “campo de juego”. Yo relataba los partidos imitando a los relatores que escuchaba en las transmisiones de radio.

En 1956 y 1957 concurrí al jardín de infantes de una iglesia evangélica,  situada en Zapiola y Federico Lacroze. De aquellos años guardo en mi memoria a los repartidores a domicilio de pan y leche, que pasaban en sus carros tirados por un caballo, y dejaban sus productos de acuerdo al pedido que les hacíamos. Desde 1958 a 1964 fui al colegio primario de Conde 943.En 1961 nos mudamos a un departamento de un moderno edificio, en Zapiola y Céspedes. Poco tiempo antes, la señora Fanny se había mudado a un edificio vecino, también sobre la misma calle.

De estos años, recuerdo que casi todas las tardes, después de hacer la tarea escolar, me iba a jugar a la pelota con un grupo de chicos del barrio, en la cuadra de Aguilar, entre Conesa y Cramer. Se jugaba en diagonal, de vereda a vereda, con una pelota de goma, sin preocuparnos por el escaso transito vehicular de la época. Volviendo a la actividad laboral de mi padre, encontré la copia de un telegrama de 1953, en el cual se notifica de la pérdida de un empleo en una empresa de la calle Estomba 3647. Seguramente después se dedicó a realizar el trabajo que yo conocí, y siguió haciendo el resto de su vida laboral: corretaje de indumentaria, principalmente, de mujeres y niños. Por esta actividad, pasaba horas y horas caminando por las calles de Buenos Aires, mostrando la mercadería a sus clientes, movilizándose en los distintos medios de transporte, especialmente en tranvía, hasta su desaparición, en 1963, ya que allí contaba con más espacio para acomodar los paquetes que llevaba.

Evidentemente, ese trabajo indujo mi interés por conocer las calles y los transportes de Buenos Aires. De manera tal que le pedía que me  llevara a conocer sitios emblemáticos de la ciudad, como Plaza Constitución, Plaza Once, Primera Junta y Liniers entre otros lugares, alejados de Colegiales. Él se movilizaba con la ayuda de la famosa Guía Peuser, de la cual aun poseo varios ejemplares.

Andrés Rosen

 

Deja un comentario