Sabido es que unas cuantas calles del barrio, homenajean a los virreyes, aquellas autoridades que gobernaron el Río de la Plata en la época colonial, y que respondían a la corona de España. Virrey Avilés y Virrey Olaguer y Feliú, son dos de estas calles. Paralelas y consecutivas, ambas atraviesan un importante sector de Colegiales. Pero, ¿cuál es la particularidad que las distingue en este período del año? Puntualmente, un 12 de marzo, pero de 1799, Gabriel Avilés y del Fierro, suplantaba en el cargo a Antonio Olaguer y Feliú. Este día se produjo la llegada de Avilés a Buenos Aires, nombrado por el rey Carlos IV, luego de haber sido Capitán General en Chile.
En una propiedad situada dentro de la Chacrita de los Colegiales –tierras que habían pertenecido a los Jesuitas y al ser éstos expulsados, pasaron a manos del Estado- se llevó a cabo una imponente fiesta de asunción. Al banquete de bienvenida concurrió Olaguer, el virrey saliente. La pomposidad de los festejos fue descrita de este modo en el libro “365 Días en Buenos Aires”, de Diego M. Zigiotto: “… se sirvieron dos pavos grandes, diez pavitas, treinta y siete pares de pichones, dieciocho patos, veintidós pollos y diecinueve gallinas. Tal cantidad de comida no fue suficiente: la lista continúa con bacalao, anchoas, pejerreyes, lisas y anguilas…” Pero eso no fue todo. En el libro se detalla minuciosamente la nómina de platos que los virreyes y su gente ingirieron durante esa jornada festiva, aunque en este artículo las precisiones se han obviado, a fines de evitar hacer referencia a tamaña superabundancia ostentada por aquellas autoridades enviadas por la realeza española.

La esquina de Virrey Avilés y Conde. En la imagen de arriba, Virrey Olaguer y Feliú, en su cruce con Conde.
Luego de escuchar la actuación de una orquesta de cinco músicos que amenizó la velada, Avilés pernoctó en la Chacrita de los Colegiales -predio sobre el cual todavía no tenía jurisdicción la Ciudad sino que estaba fuera de sus límites- y al día siguiente partió hacia Buenos Aires “en una carroza tirada por seis mulas”, indicó Zigiotto, agregando que el frente del Cabildo “estuvo iluminado por tres noches consecutivas por centenares de candilejas” y que, dilatando la onda expansiva que simbolizaba tanta opulencia y suntuosidad, “la orquesta le dio serenatas en el balcón de su residencia, dentro del Fuerte, a lo largo de las noches siguientes”.
El 25 de mayo de 1810, la constitución del primer gobierno patrio, terminaría con la autoridad ejercida por los virreyes enviados por España.
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