María Leonor Ramírez comparte otro de sus relatos. En esta oportunidad, con referencia al Día de la Música. Tras su introducción, nuestra querida vecina aporta también la letra de El Grillo, creación del talentoso poeta argentino Conrado Nalé Roxlo (1898-1971).
Cada 22 de noviembre se celebra el Día de la Música, en honor a una mujer de nombre Cecilia, quien murió martirizada durante la persecución a la primitiva iglesia cristiana, en el siglo III. Cecilia nació en Roma, Italia, en el año 180 (e. c.). Interpretaba partituras en órgano y laúd, siempre con rosas a su lado. En tiempos en que el Imperio aún prohibía ejercer la fe cristiana, prefirió morir antes que negarla. En el año 230 (e. c.) fue decapitada. Mucho después, Gregorio XIII -Sumo Pontífice de Roma en 1594- la nombró “Patrona de la Música y de todos los Músicos”.
Hoy, al abrir mi ventana, los rayos de oro del sol, entibiaron mis mejillas, el susurro de la brisa en las ramas del frondoso árbol, junto al canto de calandrias y jilgueros, me extasiaron cual orquesta angelical, unidos al perfume y colores de las flores, la menta y el cedrón, de mi pequeño balcón. En un estado de paz y fe, con una sonrisa, elevé mi vista al diáfano cielo, agradeciendo al Creador, los regalos de esperanza y vida que nos ofrece.
De pronto, un cric cric llama mi atención, se repite con timidez y veo saltando entre las macetas, un pequeño grillo. Vienen a mi memoria los versos de Conrado Nale Roxlo, aunque no me resulta nada vana la música del grillo, así recito sus versos:
«El Grillo»
Música porque sí, música vana, como la vana música del grillo, mi corazón eglógico y sencillo se ha despertado grillo esta mañana.
¿Es este cielo azul de porcelana? ¿Es una copa de oro el espinillo? ¿O es que en mi nueva condición de grillo veo todo a lo grillo esta mañana?
¡Qué bien suena la flauta de la rana! Pero no es son de flauta: es un platillo de vibrante cristal que a dos desgrana,gotas de agua sonora.
¡Qué sencillo es a quien tiene corazón de grillo interpretar la vida esta mañana!
LA MÚSICA, conjunción de armonías, nos transporta, nos calma, nos embriaga y al son de cambiantes ritmos nos alegra el alma.
Ya sea la herencia de Bach, Beethoven, Mozart, etc, o las melódicas, calmas y acompasadas o de estruendosa batería. Todas, según ocasiones, alegran y calman nuestro espíritu. A veces es imposible al escucharlas, no poner en movimiento nuestros pies y manos, queriendo imitar unas castañuelas en el flamenco o un zapateado en la chacarera, o fingir el volar del pañuelo en una zamba; ni hablar de una cumbia o una milonga. De una u otra forma, esas sensaciones son las que nos ayudan a seguir y pensar: ¡Qué bella es la vida!
Fotos: Cecilia de Roma (principal) y un florido balcón, imagen enviada por la propia Leonor.
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