Columnas

Bien de familia

Testimonio de Inés Wildau (octava parte).

No fueron fáciles los primeros tiempos en General Roca… Nos establecimos en dos terrenos. Pupi, Jorge y sus dos hijos, muy chiquitos todavía, se mudaron a una casa con un local comercial en la parte delantera, donde pusieron un kiosco y librería. Moisés, mi mamá –que también vino con nosotros- y yo, compramos el terreno de al lado y ahí, de a poco, fuimos construyendo la casa. Al principio, apenas llegados de Buenos Aires,  vivíamos todos juntos. Hasta que nosotros tres, pudimos mudarnos a la nueva vivienda.

En el aspecto laboral, junto con Moisés continuamos con el emprendimiento que teníamos en Buenos Aires: la venta de alfajores de maicena. Yo lo hacía en casa y él, en una antigua camioneta que había comprado cuando dejó de trabajar como taxista, salía a ofrecerlos por los negocios. Un tiempo después, logró jubilarse.

El hecho de llegar a un lugar desconocido y tener que ponernos en marcha prácticamente desde cero, tuvo sus complicaciones. Pero con el correr de los meses fuimos adaptándonos. Roca es una ciudad grande, linda… Y lo que más nos gustaba era tener un río cerca. En menos de una hora de viaje, si queríamos, podíamos estar acampando en el Río Negro, específicamente, en Paso Córdova, un lugar muy tranquilo y al le tomamos un gran cariño. A Moisés le encantaba pescar, pero más allá de la pesca en sí misma, lo que más nos atraía era armar una carpita o un alero, y sentarnos a contemplar la naturaleza a orillas del río. Hacíamos eso a menudo y realmente lo disfrutábamos.

Entretanto, Pupi y Jorge iban afirmándose en sus quehaceres, los chicos crecían… Ahora, Matías, ya está casado. Con su esposa Evangelina, tienen un hijo, Misael, y viven en Lobería, una ciudad de la provincia de Buenos Aires.

Cuando nuestros nietos recién empezaban la escuela, mamá viajó a la Capital Federal y se quedó a vivir ahí. Cada tanto volvía a Roca, aunque sólo para visitarnos. Ella falleció en 2007, a los 93 años.

A fines de 2009, a los 73 años, falleció Moisés. Si bien había estado internado algunos días, no esperábamos un desenlace así. Para mí fue muy duro, sobre todo al principio. Lo extrañaba –lo extraño- muchísimo, tanto, que creí que no lo soportaría. Pero gracias al apoyo y la contención de la familia, y especialmente a las fuerzas que me dio el Señor –porque desde lo humano no hubiera conseguido sobreponerme- poco a poco, logré salir adelante.

Hoy, sigo disfrutando del amor de mis seres queridos, tanto los que a 30 años de nuestra mudanza, siguen viviendo en Roca, como los que están lejos. Porque como ya dije, tal vez no estemos cerca si se consideran los kilómetros que nos separan, pero seguimos fuertemente unidos desde el corazón.

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