Barrio Mío

Vega, el arroyo invisible

La habilitación al tránsito del tramo de Elcano entre Freire y Zapiola, dejó contentos a comerciantes, vecinos de a pie y conductores. La cuadra permaneció cerrada entre enero y septiembre, por obras para reducir los riesgos de inundaciones provocadas por el Arroyo Vega. A lo largo de estos meses este curso de agua fue nombrado en forma reiterada, así como también anteriormente, sobre todo cuando sus desbordes generaban grandes dificultades en este y otros barrios. Obras al margen, quizás más de uno se habrá hecho preguntas como estas: ¿Qué es el Vega? ¿Cuál es este arroyo del que tanto se habla, pero nadie ve? ¿Por dónde pasa realmente?

Es posible que suene extraño, pero hasta hace algo menos de cien años, por la Ciudad de Buenos Aires corrían unos cuantos arroyos a cielo abierto. No sólo el Vega, también el muy mencionado Maldonado (por debajo de la Avenida Juan B. Justo), el Medrano y el White (ambos en la Zona Norte de la Capital), el Cildáñez (zona de Mataderos-Villa Lugano), el Ochoa (Nueva Pompeya), son apenas algunos de estos cursos de agua que surcaban la Capital Federal. En la actualidad, acostumbrados a visualizar únicamente el Río de la Plata y el Río Matanza –denominación oficial del Riachuelo-, difícil es hacerse a la idea de lo que aconteció en la Buenos Aires antigua, donde además de arroyos, había pequeñas lagunas y cañadas, configurando una geografía donde el crecimiento urbano todavía se entremezclaba con lo campestre.

En cuanto al Vega, terminó de rectificarse y entubarse en 1936, luego de dos años de trabajo. De la misma manera que aconteció con sus “hermanos” las autoridades decidieron entubarlo con motivo de los constantes desbordes y anegamientos que generaba luego de intensas lluvias. En 1910, por ejemplo, tuvo lugar una inundación histórica, que dejó gran parte de Belgrano bajo el agua, aunque  fue sola una de las tantas que padecieron aquellos vecinos, en tiempos en que esa jurisdicción de la Capital, hoy con características de exclusiva, lejos estaba de ser recomendada para fijar residencia.

Las obras en la Avenida Elcano, mientras todavía estaba inhabilitada al tránsito. En la foto superior, Blanco Encalada a la altura de Vidal, cuando el Vega, aquí con muy poca agua, corría a cielo abierto (foto: twitter @belgranohisto) .

El Vega contaba, aparte, con el problema de la contaminación que soportaba. Con su desembocadura en el Río de la Plata, Industrias costeras volcaban desperdicios en sus aguas. Como un paliativo para combatir las inundaciones, se construyeron siete puentes de hierro en diferentes puntos de su cauce, que corría mayoritariamente por la actual Blanco Encalada. Claro que si el nivel del agua subía, esta medida tampoco alcanzaba.

En el transcurso de las primeras décadas del siglo veinte, se realizaron obras de desagüe y canalización. Pero las soluciones no eran suficientes porque, en contraposición a dichos trabajos, el aumento de la construcción y pavimentación, reducía la permeabilidad de los suelos.

Finalmente, llegó la decisión de convertirlo en “invisible”. No obstante, lo que podía llegar a evaluarse como la gran solución, no surtió el efecto esperado: al Vega ya no se lo veía, pero ante la insuficiencia de las obras de entubamiento, el saldo volvía a ser el mismo: inundaciones y más problemas. Con la reciente decisión de construir su segundo emisario, el riesgo de que esto vuelva a suceder parece haber bajado considerablemente. Sin dudas, es el deseo  de vecinos, comerciantes y transeúntes.

TODO SU TRAYECTO

La Agencia Control Ambiental GCB, indica que su recorrido oficial abarca las calles “Mariscal Solano López, Nueva York, Ballivián (Agronomía-Parque Chas), Avenida Triunvirato, Echeverría (Villa Urquiza), Holmberg, Juramento, Estomba, Mendoza, Superí, Zapiola, Blanco de Encalada, Monroe hasta el Río de la Plata».

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