El 1º de diciembre de 1959, un nuevo emprendimiento nacía en Colegiales: Gerardo Bermúdez y tres de sus hermanas, abrían una fábrica de pastas en Federico Lacroze 2413. Casi 65 años después, aquel modesto negocio familiar sigue en pie. Se llama La Juvenil y aunque cambió de domicilio –en 1973 se mudó enfrente, a Lacroze 2438- no perdió vigor. Por el contrario, fue creciendo progresivamente, e incorporando sucursales y franquicias. En la actualidad, son más de 20 los locales distribuidos en Ciudad y Provincia de Buenos Aires.
Entretanto, la casa fundacional continúa en Colegiales, bajo la dirección de Alejandro Lavandeira, el sobrino del fundador (Alejandro es hijo de Elvira, una de las hermanas de Gerardo). “Ellos eran nueve hermanos. Ocho eran gallegos y vinieron de España con mis abuelos, siendo muy chicos. El último, nació en la Argentina. Tres de los nueve ya fallecieron”, cuenta Alejandro, agregando que su madre y su tío -Elvira y Gerardo- tienen más de 80 años y gozan de buena salud, al margen de algún “achaque” de la edad que suele aparecer comúnmente.
La nota transcurre en un rincón del amplio salón de Federico Lacroze. Son horas del mediodía y la clientela, entretanto, realiza sus compras, cumpliendo con la rutina cotidiana del local. “Yo prácticamente me crié acá adentro”, recuerda el entrevistado, muy identificado con Saavedra –donde vive desde su infancia- pero también con Colegiales, donde pasó gran parte de su vida.

Alejandro Lavandeira. Arriba, un cuadro que cuelga en el local de Lacroze, con fotos de diversas épocas de La Juvenil. Abajo, Alejandro junto al Pato Fillol e Ítalo Ortiz.
La rica historia de La Juvenil vuelve a aparecer en la charla: surge el tema del nombre del negocio. “Se llama así a partir del consejo de una de las hermanas. En principio, tenía el nombre ‘Beni’, porque ellos compraron el fondo de comercio. Pero llegó el momento de modificarlo. En un almuerzo familiar, le pidieron opinión a mi tía Consuelo, la única hermana que consiguió completar sus estudios y tener un título. Ella se recibió de profesora de castellano y latín. Más adelante también escribió un par libros referidos a la inmigración familiar. Consuelo les dijo: ‘ustedes son muy jóvenes, ¿por qué no le ponen La Juvenil?’ Y así quedó”.
Gerardo supo de primera mano lo que era el oficio, pues en la prehistoria de La Juvenil, ya había trabajado en el mismo rubro Así, fue adquiriendo habilidad en la fabricación de pastas. El talento cosechado le permitió tener éxito cuando logró abrir su propio espacio. Esta inauguración valió un gran esfuerzo: “Debieron hipotecar la casa para alquilar el primer local”, rememora Alejandro, añadiendo un dato de color, desconocido para mucha gente: “Es frecuente relacionar a las pastas con los italianos. Pero en Buenos Aires, la mayoría de los emprendedores de este sector de la gastronomía son gallegos o descendientes de gallegos. Así como mi tío, hay muchísimos más”.
Este comentario se puede vincular a una simpática anécdota barrial: “Mi padre se llamaba José Lavandeira, mismo nombre y apellido que el dueño de La Castellana”, celebra Alejandro con una alegre sonrisa. Efectivamente, a pocas cuadras de La Juvenil, en Lacroze al 3100, se encuentra La Castellana, la fábrica de pastas/rotisería que, por décadas, dirigió José Lavandeira (hoy lo hacen sus hijos, pues José falleció). “Mi papá y José eran parientes lejanos”, apunta. Y acaso para ponerle un broche de oro a la entrevista, no quiere dejar pasar la oportunidad de destacar que entre la clientela del negocio de Colegiales, hay un campeón del mundo de Argentina ’78: nada menos que Ubaldo Matildo Fillol. Como prueba fehaciente, de su teléfono extrae una de las fotos que ilustran este artículo. Allí, en el frente del local, posan Alejandro, el famoso ex arquero mundialista e Ítalo Enrique Ortiz, aquel volante uruguayo que, al igual que el Pato, jugó en Racing en la década del 80.
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