Gente de Cole

Un poema «al Canillita»

Una tarde de viernes sonó el teléfono. Del otro lado de la línea, un hombre que decía llamarse Eduardo Villavicencio, se presentó amablemente y comentó que tenía material de su autoría, para que publicáramos en nuestro medio. Pocos minutos más tarde, quedaron muy bien detallados los motivos de su llamada. Eduardo, antiguo vecino del barrio, era escritor y poeta. Entre su prolífica obra, había muchísimo de la Ciudad de Buenos Aires y, específicamente, también de Colegiales.

Don Eduardo colocó a nuestra disposición su material. Un dato llamativo para estas épocas, era que nada de lo que nos ofrecía estaba en Internet. Ni siquiera, se encontraba archivado en el disco rígido de una computadora. Sus escritos, según contó, los conservaba en hojas de papel. Sí, aunque parezca extraño… de papel. De modo que la vía para que esos textos llegaran a nuestra redacción, debía ser el sistema “en mano”, que en los tiempos que corren ha caído en un desuso que tiende a acentuarse cada vez más.

Acordamos volver a hablar días más tarde, para combinar la entrega. El lunes posterior volvió a sonar el teléfono: Villavicencio se ofrecía a pesar por nuestra redacción aproximadamente “en tres cuartos de hora” a dejar sus trabajos. Y, efectivamente, así sucedió: llegó con una bolsa que contenía unas cuantas hojas. Le había sacado fotocopias a varias de sus poesías. Eran hojas de cuaderno, manuscritas. Además contó algunas intimidades acerca de su condición de vecino de Colegiales, comentó que los sábados participaba de un taller literario en una confitería de Lacroze y Cabildo, y reveló su edad: 90 años. El dato, considerando su gran desenvoltura y vitalidad, sorprendió con creces.

A continuación, publicamos uno de sus poemas, titulado “Al canillita”, clásico apelativo que reciben los vendedores de periódicos, y si bien a través del texto su autor no señala a ninguno en particular,  la lectura permite vislumbrar que sin nombrarlo, don Eduardo lo ha individualizado muy concretamente.

A los ponchazos llegó

Terminar el sexto grado

Porque mucho había guardado

A su padres en el hogar

 

Tenía que trabajar

Desque asomaba la aurora

Y recibía a primera hora

El paquete de los diarios

 

Repartir en todo el barrio

El periódico deseado

Para los bien abonados

Que cumplían con unción

 

Después con gran corrección

Se instalaba en la parada

Que la tenía ganada

Por herencia de su abuelo

 

Que con afán y mucho celo

Se ubicó en esa esquinita

Y al nombre de canillita

Fue entonces identificado

 

Siempre estaba entusiasmado

Por vocear los titulares

De los grandes ejemplares

Que salían diariamente

 

Llamando la atención de la gente

Que de noche o de mañana

Su rutina alegre y sana

Era toda una pasión

 

Se trepaba al escalón

Del ómnibus o del tranvía

Y unos cuantos así vendía

Porque era ya conocido

 

El verano fue testigo

Y el frío crudo también

Cuando bajaba el andén

Este alegre canillita

 

Que se puso en la placita

En la parada del tranvía

Y que de noche y de día

Llamaba bien la atención

 

Con su muy dulce pregón

Que ha quedado en el pasado

Hoy ese lugar está callado

Tu presencia allí palpita

 

Y los vecinos crepitan

Por el espacio dejado

Porque a muchos has deslumbrado

Añorado canillita

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