Hoy: La Farola de Álvarez Thomas.
Domingo por la noche. Apropiado momento para dar una vuelta por el barrio y esperar el lunes tras una salida gastronómica familiar. ¿El lugar? La Farola, uno de los sitios para comer que ofrecen las “8 esquinas”, allí donde confluyen Forest, Álvarez Thomas, Elcano y -unos metros hacia el Sur- Virrey Arredondo.
El restaurante es amplio. Ocupa toda la esquina de Elcano y Álvarez Thomas. Pasadas las nueve, no está completo, pero la concurrencia es nutrida. Se ven varias familias. También, los que fueron de a dos y los clientes solitarios. ¿Nosotros? Somos cuatro. El mozo que en función el sitio escogido –junto al ventanal – nos ha tocado, trae dos listas con el menú. La decisión es rápida: ensalada César, tortilla de papa y cebolla “babé”, tallarines y ñoquis a la manteca. Para tomar, jugo y agua mineral.
La comida llegará aproximadamente en veinticinco minutos. Durante la espera, el mozo, muy amable, por cierto, trae las bebidas. Y al rato la panera, con un elemento extra: un recipiente con aceitunas remojadas en aceite, para untar el pan.
En ambos extremos del salón hay pantallas de TV. Ambas emiten el mismo partido de fútbol en vivo. El público se renueva: algunos comensales salen, otros ingresan. Es incesante el desfile de los motociclistas en busca de pedidos. El delivery, por lo que se ve, funciona bien.
Llega la cena. Las porciones son abundantes. Fue una buena decisión haber pedido sólomedia porción de tallarines y de ñoquis. La tortilla y la ensalada también son para compartir. Ni en cuanto a comida ni con respecto a la atención, existen motivos de queja. Apenas, una confusión en las bebidas y una leve demora en la llegada de la cena, no empañan la salida dominguera. El precio, con poco más de mil pesos por persona, se halla dentro de parámetros normales.
Identificada con tres barrios
“La Farola de Álvarez Thomas”, se estableció en esta esquina en 2018. La propiedad, por muchos años, ha estado asociada al mismo rubro, ya que por allí pasaron diversos tipos de emprendimientos gastronómicos. De dirección formal en Elcano 3607, cierto es que, técnicamente, el restaurante no se encuentra en Colegiales sino en Villa Ortúzar. Sin embargo, en este punto de la Ciudad de Buenos Aires convergen tres barrios (los dos mencionados y Chacarita), por lo que relacionar al lugar sólo con uno de ellos, probablemente le quitaría sentido de pertenencia.
En La Farola se sirve desde el desayuno hasta la cena. El menú es muy variado, aunque, teóricamente, el punto fuerte se apoya en lo que anuncian las marquesinas: pastas y minutas; milanesas gigantes; pizza al corte. Estos letreros, así como el nombre de fantasía, son bien legibles a lo lejos y de noche se encuentran iluminados. El lugar es muy visible para automovilistas y peatones, sobre todo, los que van por Álvarez Thomas rumbo al Norte.
El interior está correctamente iluminado. Afuera, sobre Elcano, también hay mesas. El salón se divide en dos alas, al fondo de una de las cuales –la que da a Álvarez Thomas- hay un sector para comer al paso donde por lo general, tienen preferencia las porciones de pizza y las empanadas. A la derecha está el mostrador con la caja. Encima, un colorido cartel proclama el año del inicio de la empresa: “La Farola. Desde 1968”.
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