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El hijo del vecino y…

EL PASO DE LAS GENERACIONES

El hijo del vecino (*) creció en un hogar considerado “normal”… Durante su infancia, hacía lo de tantos niños… Disfrutaba del amor de su familia, iba al colegio, veía la televisión, leía libros, jugaba con otros chicos… En su casa trataban de darle los gustos y de ponerle límites si había que hacerlo. De acuerdo a los lineamientos de la sociedad tuvo una crianza que estaba dentro de lo políticamente correcto.

Pasaron muchos años y ya de adulto, al repasar ciertos versículos bíblicos, prestó atención a un pasaje que nunca antes se detuvo a analizar: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:6-7). En este versículo, a través de Moisés, Dios estaba instruyendo a que la gente no dejara de seguir Sus enseñanzas, a pesar del paso de las generaciones: “… las enseñarás a tus hijos”, ordenó el Señor.

El hijo del vecino se dio cuenta de que en su hogar este mandamiento había sido pasado por alto. Nadie le había hablado del amor de Dios. De lo contrario  –pensó-, habría tenido mejores armas para enfrentarse a las dificultades que la vida le depararía. Él había tenido, tal vez, mucho de lo que un niño de esta sociedad quisiera tener, pero le faltó la instrucción de Dios. Por eso, más adelante, no supo cómo acercarse a Él cuando los sabios consejos de nuestro Creador le hubieran hecho mucha falta.

Cuando retomó la lectura de la Palabra vio aquel sabio mensaje, y tantos más, que lo ayudaron a encontrar respuestas y a llenar un triste vacío. Se sintió feliz, porque a pasar del tiempo transcurrido, entendió que nunca es tarde para volver a Dios.

Dice la Biblia: Porque yo soy el Señor, tu Dios, que sostiene tu mano derecha; yo soy quien te dice: “No temas, yo te ayudaré”. Isaías 41:13.

EL VERDADERO MENSAJE

El hijo del vecino (*) asistió a un colegio religioso durante la primaria y la secundaria. Habían pasado muchos años de aquello, pero ahora, decía no creer en Dios. ¿Cómo se explicaba esto? Parecía contradictorio. Pero no, no lo era…

En la escuela, quizás, habían programado la instrucción para cumplir con ciertas reglas religiosas, pero erraron en lo más importante, o sea, en enseñarle cómo tener una auténtica relación con Dios. En su casa –que debería ser la escuela por excelencia- tampoco tocaban estos temas, por eso, el hijo del vecino jamás había conocido verdaderamente eso que Dios desea transmitirle al ser humano, y que además de reglamentos y normativas, tiene que ver con el mensaje de amor que dejó asentado a través de las Escrituras bíblicas.

Por la influencia que ejercía un entorno gobernado por el materialismo, al hijo del vecino también le resbalaba el hecho de que el Señor envió un Salvador para remediar la falta de obediencia de Sus criaturas. Sin embargo, varios integrantes de su familia sí creían en el mensaje de Dios y trataban de poner en práctica Sus instrucciones. Ellos oraban por él y en base a las numerosas promesas de bendición que el Señor dejó asentadas en Su Palabra, tenían la gran esperanza de que el hijo del vecino, tocado en su corazón, se apartaría del camino que lo conducía a la perdición y volvería a los brazos de Dios, quien estaría feliz de recibirlo y darle vida en abundancia, aquí y en la eternidad.

Dice la Biblia: Y nosotros hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor. El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. 1 Juan 4:16.

(*) En Colegiales o en cualquier rincón del mundo… El “hijo del vecino” podrías ser vos o yo. O cualquier hijo de vecino.

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